Harvey Kurtzman. Palabras mayores. Probablemente, uno de los autores de cómic más influyentes del siglo XX. Su labor en la editorial EC, en la que estuvo apenas siete años y en la que fundó la mítica revista Mad, marcó y ha marcado a autores a ambos lados del Atlántico. El ‘abuelo’ del cómic underground. Entre la revolución a la que contribuyó Kurtzman, la llamada ‘nueva tendencia’ que a principios de los años 50 impulsó EC y que amplió los públicos del cómic, había tebeos de terror, de género negro y de aventuras… Y bélicos. En verano de 1950, el ejército de Estados Unidos, con la Segunda Guerra Mundial aún caliente, se metió en la Guerra de Corea, el primer gran conflicto armado de la Guerra Fría. Kurtzman, que no se sentía especialmente cómodo con el terror, el puntal de EC, se olió que el ambiente era propicio para lanzar una colección de temática bélica. Primero fue la revista ‘Two-Fisted Tales’, a la que seguiría a los pocos meses ‘Frontline Combat’. El joven Harvey fue editor de estas dos publicaciones, pero además, ya que estaba metido en harina, acabó firmando como autor completo o como guionista buena parte de las historietas. Relatos poco complacientes y con una narración cargada de fuerza, ahora recopilados en ‘¡Cadáver en el Imjin! y otras historias bélicas de Harvey Kurtzman‘, publicado por Norma Editorial siguiendo la edición norteamericana realizada por Fantagraphics.
En ‘¡Cadáver en el Imjin!…’ Kurtzman enfrenta al lector a la crudeza de la guerra. Hay historias que transcurren en otras épocas y contextos, como la conquista española de América, las batallas de piratas o las dos guerras mundiales. Pero sin duda son las páginas dedicadas a la guerra de Corea en las que verdaderamente parece escucharse la respiración acelerada de los soldados y sentir cómo el sudor cae por sus frentes. Kutzman demuestra su genialidad en historietas como la propia ‘¡Cadáver en el Imjin!’, en ‘¡Matarás!’ o en ‘¡El gran ‘si’!’. Aquí revela lo mejor de sí mismo como autor: un dibujo expresivo, una narración rítmica y un argumento que no elude describir la crudeza del conflicto.
Muchas veces el protagonista ya es hombre muerto desde la primera viñeta . Es difícil alentar el patriotismo si lo que revelas en tus cómics es que la gente va a las guerras a morir patéticamente. O si te pones en la posición del otro, como ocurre en ‘¡Explosión aérea!’, donde vemos cómo mueren soldados chinos (eso sí, por su propia torpeza). También es cierto que Kurtman no puede ser considerado un anti-patriota por estas historietas, ya que tampoco hay ninguna crítica directa a su gobierno . Incluso en ‘¡Enemigo!’, dibujada en pleno arranque del conflicto coreano, incluye la proclama «si creemos en el bien, no podemos errar».
En ese mismo marco se mueven las páginas que Kurtzman confió a otros autores. Nunca mejor dicho lo de ‘confiar’, puesto que, tal como se manifiesta en los interesantes textos que acompañan a esta edición, Kurtzman era un editor y escritor verdaderamente obsesivo, que solo trabajaba con aquellos dibujantes que respetaban al pie de la letra sus detallados guiones abocetados. De ahí que pocos repitieran con él más allá de dos historietas, y eso que tenemos en este volumen el trabajo de John Severin, Alex Toth, Russ Heath, Dave Berg, Gene Colan, Ric Estrada, Johnny Craig, Joe Kubert y Reed Crandall. Llama incluso la atención la, casi se podría definir así, manía que Kurtman le tenía a Toth por su estilo, que venía poco propicio para sus historietas. Con sus más y sus menos, entre estas historietas dibujadas por mano ajena hay también grandes momentos.
Este volumen se completa con las portadas a color que Kurtman dibujo para las cabeceras en las que aparecieron los cómics. Con color de Marie Severin, son ilustraciones llenas de expresividad, que tienen la virtud de contar mucho en una sola imagen. Desesperación, horror, miedo, muerte e incluso algún puntual momento de triunfo… Plasmar tanto y tan intensamente en una sola viñeta-portada es algo al alcance de pocos. Son también una prueba más de que Kurtman, con su país en plena guerra, quería mostrar la realidad de las guerras, una actitud que apoyaba en una exhaustiva labor de documentación. A todo este interesante material hay que unir varios textos y una entrevista al autor que arrojan bastante luz sobre su forma de trabajar y el contexto en el que se desarrollaron estas historias. En definitiva, un tebeo imprescindible, tanto por sí mismo como por su valor histórico.