‘El vendedor de estropajos’ (Astiberri), en realidad, no es una nueva colaboración entre la escritora de misterio Fred Vargas y el dibujante Edmond Baudoin tras su trabajo conjunto en ‘Los cuatro ríos’. En esta última, los autores trabajaron a cuatro manos para crear un cómic que respiraba el mismo ambiente y ritmo que la serie de novelas protagonizadas por el célebre comisario Adamsberg. En cambio, en ‘El vendedor de estropajos’, y a pesar de lo que parece anunciar la portada, es el ilustrador el que toma en solitario las riendas del trabajo, adaptando un cuento de Vargas.
Cuidado, el ‘El vendedor de estropajos’ es un buen tebeo. El protagonista es Pi, un digno vagabundo que trata de ganarse la vida en París vendiendo un ‘alijo’ de estropajos. La mísera rutina de Pi se ve alterada cuando presencia el asesinato de una mujer de alta posición. Si quererlo, el pordiosero se convierte en una pieza clave de la investigación, y el ministerio se empeña en que el comisario Adamsberg interrogue al testigo hasta sonsacarle todo lo que sepa.
La historia es pura Fred Vargas, siempre interesada en cruzar a su protagonista con personajes marginales y curiosos. Así se ha podido ver en novelas como ‘Sin hogar ni lugar’, ‘Los que van a morir te saludan’ o ‘Huye rápido, vete lejos’, algunos títulos de la decena que ha publicado en España Editorial Siruela. Baudoin capta con sus viñetas, de nuevo, el espíritu y ritmo narrativo de la escritora, y hace avanzar la historia mientras nos muestra un París oscuro, escenario ideal para una trama negra.
Pero… La bondad de ‘El vendedor de estropajos’, un álbum de 64 páginas, queda aminorada si tenemos en cuenta ‘Los cuatro ríos’ (Astiberri), una historia larga de 224 páginas. Lo importante no es la cantidad, sino que esta es una verdadera colaboración entre novelista y dibujante, una novela gráfica redonda que tiene valor por si misma, y más allá de la idea de ‘matrimonio’ entre literatura y cómic, como ha aparecido muchas veces recomendada.
‘Los cuatro ríos’, como pasa habitualmente con las novelas de Vargas, se lee con avidez, fruto tanto de su fluida narración como del interés de la trama. Una historia que, cómo no, cuenta con asesinato, y con unos implicados fuera de lo habitual, un joven patinador y su padre, que trata de construir una maqueta de la fuente de los Cuatro Ríos de Bernini con chapas y latas de cerveza…
Del talento de dos genios unidos solo podía salir algo excelente como ‘Los cuatro ríos’. Y del talento de un dibujante enamorado de un relato tampoco podía salir nada malo.