Hay tebeos que parece que siempre están ahí, enfrascados en su propia carrera de fondo, ajenos a los vaivenes del mercado editorial. En 2014 se celebra el 20 aniversario de la aparición en Japón de ‘Detective Conan’, y se cumplen 16 años de su aterrizaje en España con Planeta DeAgostini. La historia de Shinichi Kudo, el detective adolescente que, víctima de un extraño veneno, se ve atrapado en el cuerpo de un niño, va ya por los 78 tomos en su edición española y es una de las series manga más longevas de cuantas se han publicado en nuestro país. Apasionante y genial en sus inicios, la obra de Gosho Aoyama mantiene el tipo y ha devenido en uno de esos mangas infinitos, del que se puede entrar y salir sin demasiado problema.
Gosho Aoyama (Tottori, Japón, 1963) es un gran aficionado a la novela de misterio. Así que no es de extrañar que, cuando en 1993 cerró su serie ‘Yaiba‘, tras cinco años de trabajo, se enfrascara en crear un manga en el que volcar su gran pasión. En 1994 comenzó a serializar en la revista Shonen Sunday ‘Detective Conan’, el cómic que le ha dado fama mundial y que, sea por el éxito o por gusto, continúa dibujando en la actualidad. Además del manga, existe una serie de animación y películas tanto animadas como en imagen real.
‘Detective Conan’ cuenta la historia de Shinichi Kudo, un adolescente se ha criado rodeado de novelas de detectives, algo normal si tu padre es escritor de este género. A sus 17 años, se ha convertido en toda una celebridad como detective juvenil que ayuda a la policía en sus casos más difíciles. Pero el dicho tiene razón: la curiosidad mató al gato. Shinichi mete las narices en un crimen en el que se ven envueltos los Hombres de Negro, miembros de una organización secreta de criminales. Para deshacerse del joven entrometido, los malos le administran un veneno experimental que, en lugar de matarlo, lo convierte en un niño de unos seis años.
Shinichi vuelve a ser un retaco, pero conserva todas sus capacidades intelectuales. Los Hombres de Negro creen que ha muerto, y eso le da cierta ventaja para tratar de desenmascarar a la organización y, de paso, descubrir un antídoto que le revierta a su estado adulto. Ayudado de su vecino, el excéntrico inventor Profesor Agase, Shinichi toma una nueva personalidad, la de Conan Edogawa -una mezcla de los nombres de sus escritores favoritos, Conan Doyle y Rampo Edogawa-, y es ‘adoptado’ por su amiga-casi-novia Ran y el padre de esta, Kogoro Mouri, un detective del tres al cuarto.
Misterios que dan qué pensar
Con el discreto apoyo de Conan, que mantiene oculta su verdadera identidad, Kogoro Mouri cambia su suerte y comienza a ser un investigador privado de éxito, de manera que cada vez le llegan más casos y aumentan sus posibilidades de toparse con los Hombres de Negro. Arranca así una sucesión de asesinatos y misterios que siguen el patrón marcado por la escuela inglesa de novela policíaca. Predomina la deducción intelectual y las pistas se presentan al lector como un desafío para tratar de averiguar el cómo y quién a la vez que el protagonista.
En un primer momento -podríamos hablar de los 12 primeros tomos de la serie-, los problemas a los que se enfrenta Conan son muchas veces indisimulados y acertados homenajes a famosos casos de la literatura de misterio. Hay por ejemplo crímenes en un lugar aislado en el que el culpable solo puede ser uno de los personajes presentes, al estilo de los ‘Diez negritos’ de Hércules Poirot, o asesinatos imposibles en una habitación cerrada, siguiendo el patrón que marcó Augusto Dupin y llevó a la cima Joseph Rouletabille, el personaje de Gaston Leroux. No faltan, por supuesto, las referencias a los inspiradores de la obra, Sherlock Holmes y Kogoro Akechi (la creación de Rampo Edogawa).
El niño gafotas ha salido listo y exitoso
En sus andanzas, Conan-Shinichi se ve escudado por un buen montón de secundarios -como el ladrón Kaito Kid, otra de las creaciones de Aoyama- que van enriqueciendo, ampliando y complicando las tramas del manga. A pesar de su increíble intelecto, Conan debe comportarse conforme a su apariencia si no quiere levantar sospechas. Este es uno de los principales atractivos de ‘Detective Conan’: vemos a un niño gafotas resolviendo crímenes sangrientos y escabrosos, a la vez que debe acudir a la escuela primaria, jugar con amigos de su supuesta edad o ser el ojito derecho de Ran, que desconoce por completo que Conan es en realidad su amigo-casi-novio Shinichi.
La estructura de este cómic alterna la sucesión de enigmas ‘cerrados’ con algún que otro esporádico reenganche y avance en la trama original de los Hombres de Negro. Esto ha permitido a Gosho Aoyama alargar la serie sin ningún problema a lo largo de 20 años, dejando a los personajes estancados en su vida – ni Conan ni sus amigos crecen, Ran sigue yendo al instituto…- mientras van resolviendo crímenes, robos y misterios varios. La frescura y originalidad de los primeros capítulos, algo que sorprendió muy gratamente a aquellos lectores que en 1998 se compraron los primeros tomos españoles, se ha ido diluyendo con el tiempo. El manga no acusa una pérdida de calidad general, pero sí se le puede achacar que las intrigas y móviles de los casos son cada vez más rebuscadas e inverosímiles.
En el aspecto gráfico, el dibujo de Aoyama ha mantenido su claridad y elegancia. Como es habitual en Japón, gran parte del trabajo corre a cargo de ayudantes, cuya intervención se hace patente en los personajes de relleno y los fondos. La complejidad de los enigmas a desentrañar ha ido sobrecargando algunas páginas de textos, necesarios para poder soltar todas las deducciones del pequeño investigador, lo que resta cierta gracia al resultado final. A cambio, con cada tomo de ‘Detective Conan’ se puede echar un buen rato de adictiva lectura.
Más allá del lógico desgaste del tiempo, Gosho Aoyama ha demostrado con ‘Detective Conan’ ser un creador incansable, ya que lleva dos décadas creando nuevos casos y dibujándolos a ritmo semanal sin descanso. Como anécdota, el vínculo de Aoyama con su obra es tal que se llegó a casar con la actriz que pone voz al personaje de Conan en la versión animada de la serie, aunque tras apenas dos años, el matrimonio se divorció. Otro hecho curioso: el pueblo natal del autor ha llenado sus calles de esculturas del famoso detective, y alberga un museo dedicado a su figura.
Cuestión de formatos y sentidos
En mayo de 1998 Planeta DeAgostini puso a la venta en España el primer tomo de ‘Detective Conan’. Mencionar el formato en el que se editó no es baladí. Eran finales de los locos años 90, una periodo en el que las editoriales no sabían muy bien qué publicar y cómo. No fue hasta 1999 cuando la malograda Glénat pareció acertar por fin con ‘Rurouni Kenshin‘, aunque ya antes se habían publicado títulos en ‘tankoubon’ -tomo recopilatorio japonés-. El caso es que Planeta DeAgostini lanzó ‘Detective Conan’ a la vez que ‘Patlabor‘, y las dos atravesaron penurias de ventas. El manga de robots gigantes cayó por el camino y el detectivesco estuvo a punto de seguirle los pasos, pero resistió y ha llegado a nuestros días. Eso sí, para lograrlo cambió a formato Biblioteca Manga -medios tomos en medidas Biblioteca Marvel, que después pasaron a ser tomos ‘enteros’-. Ahora se continúa editando así y se reedita a la vez en tomos que recopilan dos tomos originales japoneses, más homologables al mercado actual y que resultan la manera más sencilla de incorporarse para los nuevos lectores.
La longevidad de su edición también hace algo peculiar a esta serie, ya que conserva el sentido de lectura occidental, habitual en los años 90. Esto ha dado lugar al curioso fenómeno de inversión del fenotipo mayoritario en la especie humana: todos los personajes son zurdos y, por tanto, en muchas ocasiones se destapa quién es el asesino porque este tiene la ‘peculiaridad’ de ser diestro.
Una gran serie
Un manga no cumple 20 años por casualidad. ‘Detective Conan’ es una serie de género digna de los clásicos literarios que busca emular. Al la intelectualidad de estos, Aoyama añade la dosis de humanidad a la que los altaneros detectives de Conan Doyle o Agatha Christie renunciaron en pos de la excelencia deductiva. Shinichi/Conan es un hombre enamorado y un niño con amigos a los que ayudar, que lo mismo ha de hacer frente a las intrigas criminales que a las cuitas sentimentales. Gosho Aoyama parece haber dado con la fórmula para mantener el interés y la fidelidad de los lectores, a los que de vez en cuando asegura que tiene pensado un final para la obra… Para el que todavía parece faltar mucho. El caso sigue abierto.