En el mito fundacional de todo héroe necesita una dosis de trauma. Sea en el pasado o el futuro. En ‘Mara’ (Planeta DeAgostini), Brian Wood relata el origen de una superheroína -que no llega a tal, pues una cosa es tener poderes y otra ejercerlos- y se sirve de este gancho para explorar de refilón otros campos temáticos (capitalismo salvaje, medios de comunicación, el precio de la fama…). Todo empieza con una joven estrella del voleibol que, en un paso inesperado en su carrera deportiva, manifiesta dotes sobrenaturales. Lejos de ser causa de admiración, será el inicio de su desgracia.
Mara es la chica del momento. Aunque solo tiene 17 años, es la estrella mundial del voleibol, el deporte favorito de un futuro indeterminado. Un entretenimiento fomentado por las clases dirigentes que, ante los problemas políticos y sociales (con guerra incluida), han derivado la atención del público hacia el espectáculo deportivo. El voleibol es, en la historia de Brian Wood, el fútbol del mañana: jugadoras con contratos millonarios, cuyas vidas son seguidas al milímetro por los medios y que viven en un régimen de semi-esclavitud en manos de sus patrocinadores y compromisos comerciales.
Mara es un póster pegado en todos los hogares del mundo, un ejemplo de conducta a seguir por la juventud. Un producto diseñado desde su más tierna infancia para ser una máquina de hacer dinero y alguien «de lo quien sentirse orgullosos». Pero algo se tuerce. Porque una cosa es triunfar gracias al esfuerzo y otra muy distinta es hacerlo usando superpoderes. Eso no está bien. Mal, mal, mal. En realidad, Mara no sabe muy bien qué le pasa a su cuerpo, pero está ahí y no puede evitar. Que la pongan en aprietos no ayuda a contener sus capacidades. Por eso, cuando el ejército se muestra interesada en ella como potencial arma de destrucción masiva, la situación se complica aún más.
Estas son solo algunas de las líneas que Brian Wood traza en ‘Mara’. Editado originalmente en Estados Unidos por Image en seis números, cada uno de los capítulos supone un giro que, sin romper la historia, la lleva a otro nivel. Como se ha dicho, para Mara sus poderes son un drama. Nunca pudo elegir ser una heroína o no, y ahora es una superheroína también involuntaria. Una situación que se multiplica en la sociedad hipertecnificada y conectada en la que habita, donde siempre ha sido un objeto al servicio del interés de terceros. Esto es lo que cuenta Wood, sin romper ningún molde ni gastar ni un ápice de acidez, pero con la pericia necesaria para trazar un cómic sugestivo y que tiene la virtud de dejar cierto poso.
El aparatado gráfico corre por cuenta de Ming Doyle a los lápices y Jordie Bellaire al color. Doyle se muestra ducha en la recreación como icono de Mara y, aunque su dibujo es algo frío, es bastante claro y agradable, atractivo en un primer vistazo gracias a la contribución decisiva del color de Bellaire. Parece estar en la transición entre ser ilustradora y dibujante de cómics, por lo que sobresale en las cubiertas de la colección mientras que flojea en aspectos más dinámicos -en alguna escena da la impresión de haber pensado «no tengo ganas de currarme dibujar un helicóptero»-.
‘Mara’ es un tebeo de ciencia ficción y, a su manera, de superhéroes que demuestra que, dentro de los márgenes establecidos, se pueden seguir escribiendo historias entretenidas, con cierta carga de profundidad y dignas de recibir una o varias lecturas.