Pocos autores son tan fiables como Paco Roca (Valencia, 1969). A pesar de salir a la venta cuando el año ya casi estaba vencido, su última obra, ‘La casa‘, (Astiberri) se ha colado entre los títulos más destacados de 2015. Mientras, su anterior obra, ‘Los surcos del azar‘ sigue con su paso firme: ha alcanzado su quinta edición y lleva más de 32.000 ejemplares vendidos.
En ‘Los surcos del azar’, Paco Roca usaba la ficción para contar la verdadera historia de La Nueve, la compañía de españoles que liberó París de la ocupación nazi. En ‘Andanzas de un hombre en pijama’, el autor se convertía así mismo en protagonista para una autobiografía en clave cómica. En ‘La casa’, sin embargo, prefiere disimular su presencia a través de un sosias para reflexionar acerca de la ausencia de su padre.
El tirón de Paco Roca se hizo patente en su reciente visita a Zaragoza, el pasado 15 de enero, para presentar ‘La casa’ en la librería Milcomics.com. El autor, la amabilidad hecha persona, firmó sin parar durante horas. Todos con su dedicatoria, todos con su dibujo. Poco antes de la presentación, Roca tuvo unos minutos para atendernos para Viñetario y Charrando de tebeos, donde puede escucharse esta misma entrevista aquí transcrita.
¿De dónde surge la necesidad de contar la historia de ‘La casa’?
Parte de un punto autobiográfico, el haber sido padre y perder a mi padre prácticamente al mismo tiempo. Eso me llevó a querer, en primer lugar, reflexionar sobre lo que eso suponía, la relación con mi padre y cómo va a ser la relación con mi hija. Luego ya vino la reflexión de si quería hacerlo de forma autobiográfica o en forma de ficción.
‘La casa’ roza lo autobiográfico, pero finalmente te decantaste porque el padre que aparece no sea exactamente tu padre, ni el personaje que te representa seas tú mismo. ¿Necesitabas marcar distancias?
Me planteé hacer esta historia autobiográfica, pero me decanté por la ficción porque pensé que eso me daría cierta libertad para encajarlo todo como quería. Además, me quitaba cierto pudor, no por mostrarme a mí mismo, que ya estoy acostumbrado, sino por el resto de mi familia. Tener en cuenta sus reacciones me hubiera podido coartar, y la ficción me liberaba de todo eso. También jugaba a lo contrario a lo que había hecho en ‘Los surcos del azar’, en el que aparecía un personaje que era yo; Los surcos del azar era una realidad disfrazada de ficción, mientras ‘La casa’ es una ficción que en el fondo es realidad. Me gustaba un poco la idea estas dos obras fueran casi la antítesis la una de la otra.
El tema de la incomprensión hacia la figura del padre es muy recurrente en la literatura, el cine e incluso el cómic. ¿Es un tipo de obra que solo se puede hacer en un determinado momento de la vida, y con una trayectoria detrás como autor?
Creo que se tiene que hacer desde la sinceridad. No puedes retratar la relación con tu padre o lo que te provoca su ausencia desde la falta de sinceridad. Ante todo hay que intentar pensar que esto es diferente al resto de cosas que he hecho, voy a intentar volcar mis sentimientos, lo vivido… Y también imagino que es un tipo de obra que requiere el haber hecho ya anteriormente otras cosas, para saber lo que no tienes que hacer. En mi caso, con ‘La casa’, era tratar de no ser demasiado artificioso, que todo fuese muy natural e intentar evitar los trucos que ya tienes aprendidos para que una historia funcione, para que sea más o menos emotiva… Intentar dejarlo en lo mínimo y que no se noten las costuras, porque si no una obra como esta se desmorona. Es una ficción y siempre tendrá un punto artificioso, pero hay que tratar de utilizar los elementos justos para que tenga sinceridad.
Escribe Fernando Marías en el epílogo de ‘La casa’ que en este cómic has dibujado “el tiempo que se va, el tiempo que se irá”. Da la impresión de que aquí te has concentrado en transmitir la sensación de paso del tiempo, así como otro elemento intangible, la ausencia de una persona.
Con todas las obras dudas de lo que estás haciendo, porque les dedicas mucho tiempo, un año o año y medio, y te planteas si vas por el buen camino. Siempre tienes esos miedos. Con esta, esa sensación se ha acentuado, porque no había tierra firme que pisar. Volviendo a ‘Los surcos del azar’, aquella era relativamente fácil, porque debajo había una historia real muy potente, sobre la que luego podías divagar o ir por un lado u otro, pero si me perdía tenía un referente. En ‘La casa’, en cambio, hablo del paso del tiempo, de la ausencia del padre, de sentimientos, relaciones… Cosas intangibles. Por eso dudé hasta el final de si estaba contando algo o no contaba nada.
Otro tema importante de ‘La casa’ es la relación entre los hermanos, cómo la muerte del padre la pone a prueba.
Era muy importante. Lo interesante no era mostrar al padre, sino contar cómo era a través de la casa y de sus hijos. No hay un protagonista de carne y hueso, porque uno es el padre, que está ausente, y el otro es la casa, que está inerte, por lo cual la historia se basa en los tres hermanos, que se convierten en protagonistas por igual. Por eso era muy importante cuidar a estos tres personajes, tanto lo que dicen como lo que callan, porque a través de ellos tenemos que intentar comprender al padre.
¿Por qué formato apaisado? ¿Es un experimento o el formato que considerabas adecuado para la historia?
Las dos cosas. El formato no es casual. Hacer un cómic da una pereza terrible, pensar que vas a dedicarle tus siguientes años de trabajo a ese proyecto… La historia que vas a contar te tiene que apasionar para poder sacarlo adelante. Y una vez tienes la historia escrita y pasas a la parte gráfica, necesitas un aliciente para motivarte a darlo todo y no poner el piloto automático. Cuando ya has hecho varios cómics, tal como lees el guión piensas cómo vas a plasmar esa página. Eso me parecía un poco aburrido, necesitaba algo que me ilusionara y tener la sensación de volver a empezar de cero. El formato apaisado me daba eso; de repente nada de lo que había hecho antes me servía: tenía que buscar otra forma de compaginar, de narrar… Esa forma de narrar me iba a llevar por caminos que no tenía pensados, se me abrió un mundo. Además, el apaisado le iba muy bien a una historia como esta, reposada, de silencios, de ritmo lento. Y hay que decir que para los de cierta generación, es un formato que nos da un punto de nostalgia, algo también encaja con la historia.
‘La casa’ llega tras ‘Los surcos del azar’ y ‘Andanzas de un hombre en pijama’, obras de temática muy diferente. ¿Te sientes cómodo en este baile de géneros y tonos?
Sí, donde no me siento cómodo es haciendo una serie. Aunque en realidad en mi obra no hay muchas diferencias en lo esencial, ya que siempre está muy presente la memoria, y el tipo de personajes son muy similares, gente que lucha estoicamente contra una situación inamovible y que mantiene la dignidad en todo momento… Pero lo puedes disfrazar cada vez de una manera diferente, y eso es lo que me apetece, pasar de un tema histórico como ‘Los surcos del azar’ a la comedia de ‘Andanzas de un hombre en pijama’, y de ahí a algo más costumbrista como ‘La casa’. Eso me hace no repetirme a la hora de contar historias, me hace buscar narrativa, tono e incluso a veces dibujo diferente.
¿Cómo valoras la trayectoria editorial que ha tenido ‘Los surcos del azar’? Casi se ha convertido en una obra de referencia sobre La Nueve.
Son esas cosas curiosas de España. En cualquier otro país una historia como la de La Nueve sería muy conocida, con centenares de novelas y películas. Sería nuestro Séptimo de Caballería. Sin embargo, cualquier historia relacionada con la Guerra Civil, el exilio o la época franquista pasa desaperecibida en España, porque hemos tenido una democracia que se ha edificado a partir de una amnesia colectiva. Así que cuando retomas uno de estos episodios, lo convierte en ficción y llega a mucha gente, se sorprenden de que existiese una historia así.
Paco Roca al rescate popular de esta parte de la Historia…
Cuando das con una historia así, tienes todos los ingredientes que cualquier contador de historias querría tener: venganza, personajes que han tocado fondo y luego salen victoriosos, pero después son olvidados… Lo tiene todo para atraer al público. Disfruté mucho haciéndola, tanto que me costó salir de ella y darla por cerrada.
Si hacer un cómic da mucha pereza… ¿Hacer una película da todavía más?
Da pereza si ya sabes lo que es, pero si vas de novato como yo, predomina la ilusión. Toda la gente que tienes alrededor te va pinchando y te quitan cualquier pereza que puedas tener para seguir hacia adelante. No es algo relajado, a diferencia de un cómic, que es algo que haces tú solo; en el cine todo el mundo lucha contra ti y tú luchas contra todo. Pereza, desde luego, no hay; sufrimiento, mucho.
¿En qué fase está la adaptación de ‘Memorias de un hombre en pijama’ al cine?
Está avanzada. Este año nos queda animar la película; la idea es que esté terminada en 2016 y se estrene a lo largo de 2017.
¿Te sientes cómodo en papel de director de cine?
Me he sentido un poco perdido, porque el conocimiento del medio es lo más importante, y en mi caso, al ser la primera película que he dirigido, necesitas de un equipo alrededor del que te puedas fiar y con el que estés cómodo. En ese sentido, la cosa ha funcionado, pero la mayor parte del tiempo te sientes perdido. Son dos medios, cine y cómic, que, aunque parezcan similares, al trabajar te das cuenta de que no tienen nada que ver. Un cómic está más cerca a la lectura de un libro que a cómo se ve una película.