‘El ala rota‘ (Norma Editorial) es una novela gráfica soberbia. Siendo sus autores Antonio Altarriba y Kim, eso se da casi por supuesto. Pero, como ocurría con ‘El arte de volar’, esta obra es mucho más. Muchísimo más. A través del relato de Petra, ‘El ala rota’ ilumina la vida de toda una generación de mujeres, la de la posguerra, cuyo único rol social aceptado fue el de servir. Servir fuera de casa, para otros con más posibles y pretensiones, y servir dentro de casa, para los hombres de la familia. Y aún así, en un devenir lleno de sufrimientos y sacrificios, supieron crear su propio espacio y ser felices a su manera. Altarriba y Kim nos enseñan a leer a nuestras abuelas y madres.
Explica el propio Altarriba que ‘El ala rota’ nace de la constatación de la injusticia que había cometido en ‘El arte de volar’: «La figura de mi madre no merecía el tratamiento que le daba en el cómic, contrapunto beato y frígido de la trayectoria épico-rebelde-trágica de mi padre. Se diría que sólo estaba ahí para realzarle a él. Y ella era en sí misma (y también lo fue para mí) mucho más que eso». La historia de su madre sin duda merecía esta reparación.
Nacida en la desgracia e inválida para toda la vida, Petra se cría en un entorno hostil, la nada bucólica España rural de principios del siglo XX. Allí será educada -quizás no es la palabra adecuada- para suplir el espacio que ha dejado su difunta madre, hasta el punto de que es la encargada de cuidar a su padre inválido cuando el resto de hijos abandonan el hogar. Tarea que hace de forma callada y sin esperar nada a cambio, solo buscando consuelo en la religión. De servir en casa a servir para otros. Petra entra al servicio de la familia del Capitán General de Zaragoza, Juan Bautista Sánchez, una un verso libre del Franquismo. En esta época conoce a Antonio Altarriba padre, el hombre que la llevará a altar… Y junto al que estará 35 años de luces y sombras, hasta que cada uno vaya a acabar sus días a una residencia distinta, por decisión propia.
Antonio Altarriba da voz a Petra, su madre, una mujer con una trayectoria llena de hitos remarcables a los que ella misma no dio la mayor importancia, bien por no considerarlos importantes, bien por discreción. La lectura de ‘El ala rota’, el discurrir de sus páginas, golpea: ¿Hemos escuchado, hemos preguntado, nos hemos si quiera interesado por la historia de las mujeres de esta generación? Uno tiene la sensación de que, como le ocurrió a Altarriba, la épica de los hombres que lucharon en la Guerra Civil, un relato que muchos de ellos no escatimaron, ha eclipsado la memoria de unas mujeres que, en otro plano y con las armas que tuvieron a su alcance, también lucharon por tener una vida digna. ‘El ala rota’ invita a revisar esta imagen conmiserativa y darles el protagonismo que merecen.
Al igual que ocurriera en ‘El arte de volar’ -con el que forma un díptico fundamental- ‘El ala rota’ ilustra la historia y sociedad españolas del siglo XX. La dura y amarga vida en España rural, la importancia de la religión como asidero y colchón, la fragilidad del tejido familiar cuando señorea la pobreza, las miserias de los vencidos y el advenimiento de los ‘nuevos ricos’ del Régimen, la forma de entender el matrimonio, el trato que damos a los mayores… ‘El ala rota’ invita a la reflexión en torno a decenas de temas, incluso apenas una viñeta puede suscitar el análisis y la interpretación. Sus lecturas serán muchas, y de largo recorrido.
Kim está sencillamente excepcional. Ha trabajado en este libro con absoluta dedicación, y probablemente firma aquí el mejor trabajo de su carrera como dibujante. En cada detalle, hasta en la la esquina más perdida de una viñeta, se deja entrever la titánica labor de documentación que ha llevado a cabo. Casi se diría que Kim estuvo allí. Y sin embargo, la lectura fluye con tanta naturalidad que uno solo es consciente de ello cuando cierra las tapas. Las 256 páginas de ‘El ala rota’ vuelan.
‘El ala rota’ es otra obra maestra de Antonio Altarriba, de nuevo con Kim. Pocas veces la calificación de un cómic «necesario» tuvo tanto sentido.