¿Tiene sentido reseñar tebeos que no están de actualidad? ¿De qué sirve escribir sobre títulos descatalogados? Queremos pensar que sí tiene utilidad. Porque hay cómics que, a pesar de no estar en el mercado, tienen una calidad imperecedera, continúan estando al alcance de los aficionados gracias a las bibliotecas públicas -que siguen con su labor contra viento y marea, e incluso apuestan cada vez más por el cómic- y, si los hados son propicios, pueden sorprendernos en algún estante perdido de una librería o entre las siempre abundantes reediciones de material que funcionó en su momento. Todo esto viene al caso de la ‘Catwoman’ de Ed Brubaker (Planeta DeAgostini, 2008), un volumen imprescindible que hoy descansa en el limbo de los tebeos.
Catwoman ha llevado siempre muy mala vida. Durante años, víctima de su rol como rival/amante de Batman, fue un personaje con tremendo potencial, pero secundario dentro Universo DC. En 1987, con ‘Batman: Año Uno’, Frank Miller metió a Selina Kyle a prostituta y le dio un nuevo origen como Catwoman. Tras unos cuantos cómics en los que se profundizó y expandió el concepto del viejo Frank, en 1993 -‘solo’ más de medio siglo después de su primera aparición junto al Hombre Murciélago- la Gata obtuvo por primera vez su propia colección. Y llegamos a la gloriosa etapa que nos ocupa, cuando Ed Brubaker (‘Criminal’, ‘Fatale’ ) relanzó al personaje en 2001. El reputado guionista, experto en historias de género negro, despojó a la heroína de histrionismos y de un vestuario propio de un baile de disfraces, la metió en tramas policíacas, y la convirtió en un alma en busca de redención.
Selina Kyle y su contrapartida enmascarada, Catwoman, estaban muertas. O por lo menos, así las habían dejado el fin de la anterior colección. Pero no hay nada más difícil de matar que una superheroína (aunque, en este caso, Catwoman no entra en los parámetros habituales del concepto), y más si tiene encarnación felina. Ni el alcalde de Gotham, ni la mafia local, ni el detective Slam Bradley creen que la Gata esté criando malvas. Brubaker introduce a este curtido investigador en una breve historia publicada en ‘Detective Comics’ que sirve para ‘resucitar’ a Selina Kyle. Un entretenido juego del gato y el ratón, maravillosamente dibujado por Darwyn Cooke, que fija el ambiente en el que luego se desarrolla la colección regular.
Es hora de entrar en materia. Selina Kyle había fingido su muerte para quitarse el lastre de su vida anterior, para empezar de nuevo… Pero la gata tira a los tejados, aunque ya no sea la felina de antaño. Ha dejado los robos, ahora quiere estar al otro lado y ayudar a hacer del East End de Gotham un barrio mejor. La primera oportunidad le llega cuando tiene que hacer frente a un asesino de prostitutas, todo un ‘caso’ al más puro estilo de novela ‘hardboiled’. Por cierto, aquí el trabajo de Darwyn Cooke se ve apoyado en las tintas por Michael Allred, en una de esas claras ocasiones en las que se hace patente que un entintador es algo más que alguien que repasa las líneas del dibujante.
En las siguientes historias, Selina se plantea definitivamente redimirse de su pasado y actuar como defensora de los necesitados y débiles. Junto a ella, un interesante elenco de secundarios, encabezado por el citado Slam Bradley y por Holly, antigua compañera de fatigas de Selina en la calle. Tiene mucho trabajo por delante. Una red de narcotráfico está usando a menores del East End como mulas para traer droga de Sudamérica. Aunque ya de por sí es un negocio bastante escabroso, es tan solo la punta del iceberg de un entramado mucho más grande tras el que se oculta Máscara Negra, el nuevo señor del mal en el barrio. La historias irá avanzando hacia la oscuridad más absoluta cuando Máscara Negra convierte este asunto en algo personal y se sirve de lo más querido de Selina (proyectos, familia, amigos) para vengarse de la entrometida felina. Brubaker crea un argumento apasionante, en el que a la emoción de la investigación se suma una gran carga dramática. Tiene el respaldo gráfico de unos magníficos Brad Rader y Cameron Stewart, que sin traicionarse a sí mismos, siguen la senda marcada por Cooke.
Ed Brubaker lleva a Catwoman/Selina a su terreno, pero lo hace respetando la idiosincrasia del personaje. Le añade complejidad al convertirla en una figura a la que, a pesar de sus buenas intenciones, el pasado sigue pasando factura. No es una mera justiciera enfundada en mallas dando saltos por los tejados, es una mujer que, dentro de sus posibilidades, trata de mejorar la vida de sus vecinos. Eso sí, lo hace como mejor sabe, bajo la máscara. Una dosis de realismo que contrasta, y a la vez combina muy bien, con el dibujo entre ‘cartoon’ y pop de Darwyn Cooke y compañía, que resplandecen gracias a los colores de Matt Hollingsworth.
La tratamiento que hizo Brubaker de Catwoman caló tanto en Darwyn Cooke que, un año después del inicio de la serie regular, en 2002, retomó el personaje para contar una historia propia en la novela gráfica ‘Selina’s big score‘, publicada en España dentro del recomendable volumen ‘Batman: Ego‘. Una buena prueba de que la nueva Selina tenía tal capacidad de atracción que había robado el corazón incluso a sus autores.