Digan lo que digan las elipsis de las películas de Hollywood, el sexo es una parte importante del amor. Así lo piensa la mangaka Kan Takahama, que en ‘Ciudad de Yotsuya, barrio de Hanazono‘ (Ponent Mon) se marca una bella historia romántica plagada de sicalipsis y ternura. Lo hace además situando la trama en un contexto complicado: el Japón que calentaba motores para la II Guerra Mundial, donde la Muerte, afilando su guadaña, hacía saltar chispas que arrasaban con cualquier libertad y excentricidad.
‘Ciudad de Yotsuya, barrio de Hanazono’ tiene por protagonista a Ishin, un joven de provincias en el Tokio de 1926. Tercer hijo de una familia de terratenientes rurales, su rebeldía le ha llevado a ir mucho más allá de dejar el hogar paterno: se ha buscado como oficio la escritura de artículos y relatos para una revista erótica. Junto a su editor, no duda en adentrarse en las calles más sórdidas de la capital nipona para «documentarse» y así poder escribir con conocimiento de causa. En una de estas incursiones conocerá a Aki, una mestiza de padre español, de la que caerá perdidamente enamorado…
Lo que empieza casi como un relato humorístico, con Ishin como donjuan de pacotilla en burdeles, pronto, y de forma natural, toma caminos más intrincados y profundos. Y es que, si a finales de la década de los años 20 ser plumilla picantón era un oficio bohemio, conforme Japón se enfunda en la bandera del fanatismo imperialista se convierte en deporte de alto riesgo. El editor de la revista ‘Las puertas del sexo’ se va a encontrar de bruces con la persecución y la censura, y el propio Ishin probará el sabor amargo de la represión. Escribir sobre sexo, pensar diferente, vivir la vida sin seguir el surco, se convierten en actos subversivos y, por tanto, objeto de persecución. Con todo… ¿Cómo dejar de querer, si es lo que uno siente?
Kan Takahama (Amakusa, 1977) es una mangaka con una sólida carrera a sus espaldas. Buena parte de su trayectoria ha estado vinculada al movimiento Nouvelle Manga, en el que se introdujo de la mano del padrino fundador, Frédéric Boilet. Su anterior trabajo, ‘El último vuelo de las mariposas‘ (Ponent Mon) también versó sobre amores difíciles. En este ‘Ciudad de Yotsuya…’, tomo único, vuelve a demostrar que, sin renunciar a la temática y ambientación puramente japonesas, sabe introducir cierta sensibilidad que conecta con el lector europeo. Quizás este sea el fuerte de esta obra: no hay alardes de guion ni dibujo, pero la historia en su conjunto logra conmover.
Conmover. Una palabra un tanto extraña -les parecerá a algunos- para describir un manga en el que abundan las escenas subidas de tono, y que, a más a más, arranca con inequívocos tintes humorísticos* . Sin embargo, Takahama demuestra que, en un clima de asfixia social, nada hay más revolucionario que echarse unas risas y darse un buen revolcón. Moraleja: el mundo iría mejor con menos elipsis y más sicalipsis.
* [Un inciso: quizás con este inicio jocoso, algo desconectado del resto de la trama, lo que busca Takahama es ganarse al lector en el competitivo ecosistema de las revistas japonesas, para, una vez captada su atención (y su benevolencia en las temidas encuestas de aprobación), poder seguir a su aire con la historia.]