‘El último aragonés vivo‘ (GP Ediciones) es un tebeo ‘mainstream’. La historia del maño que sobrevive a una epidemia y queda como único habitante de Aragón, con guión de David Terrer y dibujo de Carlos Azagra, está destinada a conectar, por su calidad y concepto, con el gran público. Veo a alguno levantando las cejas, así que habrá que argumentarlo un poco…
Primero. David Terrer, el escritor de este título, es guionista de televisión. Para más señas, de Aragón Televisión, el ente que domina las mentes aragonesas. Creó al personaje de El Último Aragonés Vivo en 2008 para el cortometraje del mismo nombre, que en 2011 tuvo segunda parte. Ambos fueron un éxito rotundo, a lo que ayudó sin duda que estuvieran protagonizados por el popular actor Jorge Asín, una de las caras más conocidas del programa ‘Oregón TV’.
Segundo. Carlos Azagra, bien acompañado de los colores de Encarna Revuelta, es uno de los dibujantes con más tirón de Aragón. Hay pruebas recientes que lo certifican. Su álbum ‘Los lunes al sol‘ (Editorial Cornoque), protagonizado por Pedro Pico y Pico Vena, ha funcionado muy bien. El número 4 del fanzine Thermozero Cómics, cuya portada estaba firmada por Azagra y Revuelta, se agotó a los pocos meses de ver la luz, y sin casi salir fuera de Aragón.
Tercero. ‘El último aragonés vivo‘ es un gran tebeo de humor, ciencia ficción y aventuras. Si alguna vez llega el Armagedón a Aragón, no podrá ser de otra manera que como Terrer lo ha imaginado. Un extraño virus acaba con la vida de todos los aragoneses. ¿Todos? No. El último aragonés vivo sobrevive en una Zaragoza postapocalíptica, con sus tranvías y autobuses rojos llenos de esqueletos. Se instala a vivir en la planta de Hogar y Menaje de Corte Inglés de Paseo de Sagasta, y desde ahí ve pasar los días mientras se alimenta de tordos y latas de conserva.
La paz del postrero ejemplar del Homo Aragonensis se ve amenazada cuando un batallón del ejército francés, dirigido por el sádico comandante Rabenacq, decide cerrar viejas heridas familiares terminando el trabajo que su antepasado comenzó en el Primer Sitio de Zaragoza. Arranca así un largo ‘flashback’ que nos lleva a la Zaragoza de los Sitios y nos presenta al valiente Mosén Gimeno, ascendiente del último aragonés vivo, haciendo frente a las tropas napoleónicas con unas tácticas muy sui generis…
Cuarto. La historia de Terrer tiene la virtud de meter humor y regionalismo en una situación prototípica de la ciencia ficción, sin que por ello deje de ser un tebeo de género. Hay que reconocerle el mérito de construir bien algo que podría haber sido un monstruo de Frankestein, más siendo su primer guión para cómic. El tebeo no cae en la mera sucesión de gags y mantiene la unidad narrativa. El largo ‘flashback’ que ocupa buena parte de la trama queda engarzado con lo que ocurre en el presente, aunque se echa de menos un poco más de acción en la Zaragoza post-travía y post-apocalíptica que tan bien recrea Azagra. Quizás esto se lo reservan para la segunda parte.
Azagra aporta su personal y ágil trazo. Se toma unas cuantas licencias históricas en su retrato de la Zaragoza de Los Sitios (esa Puerta del Carmen…), pero se le perdonan. El ya de por sí divertido guión de Terrer gana enteros con la capacidad de Azagra para dotar de expresividad y gracia a los personajes en las más variopintas situaciones.
Quinto. Todo lo dicho anteriormente demuestra que GP Ediciones acaba de lanzar el que puede ser su tebeo más comercial y redondo. ‘El último aragonés vivo’ está llamado a ser un éxito en Aragón, aunque en esta tierra nunca se sabe… ¿Y fuera? El lector foráneo -aquí casi entra incluso el de fuera de Zaragoza, ojo- encontrará algunas referencias intransferibles, pero no tendrá problemas para disfrutar de la obra y echarse también unas risas. Ah, por si fuera poco, salen tetas, rabos y Nayim. El del gol. Lo dicho, un tebeo ‘mainstream’ aragonés, lo nunca visto.