Aquí se confiesa un converso a la religión de la fuerza de la velocidad. Como lector ecléctico, uno se acerca a los superhéroes con prudencia: una miniserie de premisa interesante por aquí, una etapa clásica memorable por allá, algún trabajo actual de un autor reconocido acullá… En este picoteo, hasta ahora, un personaje escapaba al radar. Un supertipo enfundado en un traje rojo, con unas ridículas antenitas doradas, cuyo superpoder es correr a toda pastilla. «¿Qué interés puede tener un señor que, simplemente, va rápido y tiene una vida normal, con trabajo y novia? ¡Hasta el Detective Marciano tiene más intríngulis!», se decía el hoy ferviente creyente. Eso fue antes de leer seis tomos de Universo DC como seis soles con la etapa de Mark Waid al frente de Flash. Tras asimilarlos, uno cae rendido al velocista, lo encarne Barry Allen o Wally West, y proclama: ¡Viva Flash, manque vaya cojo!
En mitad de esta sobrevenida fiebre escarlata (aunque con la vacuna contra las famas catódicas aplicada) ECC Ediciones viene a tentar a este nuevo creyente con ‘Flash: Avanzar‘, un tomo que recopila en tapa dura los primeros números del personaje en el Nuevo Universo DC. No se trata de un momento cualquiera en el devenir editorial de Flash. En un movimiento arriesgado, DC decidió colocar como responsables de la historia, en sustitución del guionista estrella Geoff Johns, al dibujante filipino Francis Manapul y al colorista estadounidense Brian Buccellato. La pregunta, en aquel año 2011, era lógica: ¿Cómo se iban a manejar en el guión dos autores que hasta aquel momento solo habían demostrado su valía en el apartado gráfico? Para sorpresa de muchos, superaron el examen.
No lo tenían fácil. Sobre todo, porque el Flash que se iban a encontrar los lectores no era Wally West, el que llevaba dos décadas quemando zapatilla, sino Barry Allen, el que había muerto en ‘Crisis en Tierras Infinitas’ en 1985. Volvía un personaje al que los veteranos podían recordar, sobre todo, por su personalidad anodina, su pelo de cepillo y sus horribles pajaritas. Sin embargo, el resurrecto Barry Allen no era exactamente igual al del pasado: este era más juvenil, con una nueva novia y un trayectoria algo distinta. El nuevo-viejo Flash llegaba, en realidad, prácticamente limpio de polvo y paja, lo cual suponía (y supone) una gran ventaja para engancharse a sus aventuras.
El argumento de Manapul y Buccellato peca de ser algo plano y ligero, pero se les perdona. A pesar de no complicarse en exceso la vida en las tramas, se atreven a introducir elementos que contribuyen a modelar de nuevo la leyenda de Flash. La fuerza de la velocidad, la fuente de los poderes de Barry Allen, esconde una terrible amenaza para la humanidad. Los enemigos de Flash, tradicionalmente villanos de opereta, aquí se muestran con una mayor profundidad en sus motivaciones. Y es que no es lo mismo pegarle una paliza a un malvado que roba un saco de billetes del banco de la esquina que a uno que busca venganza por la enfermedad incurable de su hermana.
Las debilidades argumentales de este ‘Flash: Avanzar’ quedan compensadas sobradamente por el espléndido dibujo y la variedad de recursos narrativos que lucen sus páginas. Los autores, dueños por completo de la obra, se recrean y aprovechan para lucirse en secuencias de ritmo trepidante, en páginas dobles donde los espacios entre viñetas son sustituidos por regueros de lágrimas o ramas de árbol, o en imaginativos usos de las onomatopeyas. La puesta en escena es, en una palabra, espectacular. Tanto que, como reverso negativo, casi despista de la historia. En esta carrera, la forma saca varias cabezas de ventaja al contenido.
En cualquier caso, con sus fortalezas y debilidades, a veces indistinguibles unas de otras, ‘Flash: Avanzar’ constituye un interesante reinicio de la leyenda del velocista. El final del tomo, además, da pistas de que en los siguientes capítulos la historia no va a hacer sino que crecer en interés e intensidad. Por tanto, hay que seguir creyendo en el poder de la fuerza de la velocidad.