El manhwa florece en España. Era de esperar que la expansión cultural surcoreana, abanderada por el éxito del K-Pop y de las producciones audiovisuales en plataformas como Netflix, acabara por dejarse notar en un mercado del cómic cada vez más escorado hacia Asia. Varias editoriales han apostado recientemente por las viñetas coreanas con propuestas como The Hellbound (Panini), ¿Qué le pasa a la secretaria Kim? (Kitsune), Killing Stalking (Milky Way) o Madres (Ponent Mon). Está de moda, pero el manhwa es un viejo conocido: a medidos de la década de los 2000, hubo ya un pequeño boom con obras como El gran Catsby (Glénat), El idiota (Planeta) o ¡Corre, Bon-Gu! (La Cúpula). Desde productos netamente comerciales a novelas gráficas de autor, el panorama que nos ofrece el cómic coreano es de una tremenda variedad.
Dos de los títulos que nos han llegado en esta nueva ola coreana tienen en común abrir ventanas al siglo XX de Corea del Sur, un periodo convulso cuyas cicatrices aún duelen.
Hierba, de Keum Suk Gendry-Kim
Hierba, de Keum Suk Gendry-Kim (Reservoir Books, traducción de Joo Hasun), recoge la historia real de Lee Ok-Sun, una joven coreana que durante la Guerra del Pacífico fue explotada como «mujer de consuelo» por el ejército imperial japonés. Cuenta la autora en el epílogo que tenía reticencias a la hora de dibujar esta novela gráfica, porque no quería volver a contar una historia conocida. Su objetivo era aportar algo, ir más allá. Vaya si lo hace. Hierba es una historia tremenda, pero a la vez llena de delicadeza; todo un ejemplo de cómo abordar la memoria de las víctimas. Hay mucho respeto en sus páginas, pero también toda la verdad que exige la fidelidad a los hechos.
El título hace referencia a las numerosas escenas de paisajes que jalonan la obra: praderas, árboles, bambúes… A través de ellos, en un blanco y negro denso y con fuertes reminiscencias a las pinturas sumi-e, la autora esquiva, y a la vez manifiesta, los momentos más crudos del testimonio de la protagonista. Una mujer con la que empatizamos por su sufrimiento, pero también por su tremenda humanidad: ni fue una heroína ni tomó siempre las mejores decisiones. Simplemente, sobrevivió como buenamente supo y pudo a aquel horror.
La comparación con Maus es obvia, aunque Hierba sigue su propio camino. Sí es cierto que en Hierba, publicada originalmente en Corea en 2017, se aprecia la voluntad de realizar una novela gráfica internacional, y es posible reconocer el paso de la autora por el mercado francobelga, donde se formó y publicó sus primeros trabajos.
Hierba es una historia de supervivencia, pero también de género y clase. Así lo apunta la autora en el epílogo: en las guerras, quienes más acaba sufriendo son las mujeres, víctimas de la violencia sexual, y los pobres, víctimas del hambre. Sin estos factores no se entiende la experiencia de la protagonista. Recuperar la memoria puede ser traumático, pero es necesario tanto por justicia con las víctimas como por la necesidad de conocer la historia y sus derivadas en el presente.
El club de los libros prohibidos, de Kim Hyun Sook, Ko Hyung-Ju y Ryan Estrada
De los rescoldos de la II Guerra Mundial, y de los primeros hielos de la Guerra Fría, surgió la partición de Corea en el paralelo 38. Al norte, la historia es conocida; al sur, quizás menos. Porque estar bajo la órbita de los Estados Unidos durante la segunda mitad del siglo XX no era una bicoca: contra el comunismo, el fin justificaba los medios; las dictaduras militares no eran un problema siempre que siguieran las reglas del juego americano. Eso le ocurrió a Corea del Sur, donde se sucedieron dos generales al frente del país, de 1960 a 1979 y de 1980 1988. Bajo este segundo régimen transcurre El club de los libros prohibidos (Sapristi, traducción de Julia Osuna Aguilar).
Los recuerdos de Kim Hyun Sook como militante democrática son la base de esta novela gráfica, en la que su marido, el autor de cómics Ryan Estrada, ejerce como coguionista, mientras que el dibujo recae en el ilustrador coreano Ko Hyung-Ju. Cabe señalar que con este título hacemos algo de trampa, porque aunque es una historia netamente surcoreana, la edición original de 2019 es en realidad estadounidense.
El club de los libros prohibidos comienza cuando la joven Hyun Sook llega a la universidad para estudiar Lengua y Literatura inglesa. Su familia, humilde y escarmentada, la ha mantenido ajena al tenso clima político del país, pero en el campus se va topar con manifestaciones pidiendo la dimisión del presidente Chun. Cuando se apunta inocentemente al club de lectura, lo que menos espera es reunirse en secreto en un sótano: los libros fomentan un pensamiento crítico que el régimen totalitario no está dispuesto a permitir. La lectura clandestina es solo una de las vías de lucha de los jóvenes militantes, cuyas cabezas y costillas pronto descubren la brutalidad de la represión.
El club de los libros prohibidos es una novela de formación que muestra los entresijos del activismo democrático y la determinación que hace falta para no rendirse ante el terror y la violencia. Es asombrosa, a pesar de la distancia geográfica, la coincidencia en métodos y estrategias con los movimientos estudiantiles antifranquistas. No sorprende, más bien entristece, que la prohibición de libros siga siendo un tema de plena vigencia. Son cada vez más los casos en Estados Unidos (existe incluso una página que fomenta su lectura, Banned Books Book Club, con varios cómics entre los «agraciados»), y tampoco hay que irse tan lejos para encontrar ejemplos de censura en nombre de la libertad.
Aunque narra momentos oscuros, El club de los libros prohibidos tiene un tono preminentemente luminoso y esperanzador, en línea con el carácter juvenil de la obra. El mensaje que quiere lanzar a las nuevas generaciones queda subrayado de forma explícita: «El progreso no es una línea recta. Nunca lo deis por sentado». Un cómic inspirador.