Tras el dramón que supuso ‘Perdidos entre la hierba’, Keigo Shinzo afronta en ‘Hirayasumi’ una obra llena de luz y optimismo
Cómo nos gusta que nos den calorcito al kokoro (“corazón”, en japonés). Cuanto más ruido hay alrededor, más se agradecen propuestas como Hirayasumi, de Keigo Shinzo, una historia costumbrista, sin grandes pretensiones, que se sustenta en el encanto de los personajes. Por un lado, el apacible Hiroto, quien a sus 29 años, sin ninguna otra aspiración, trabaja como eventual en un club de pesca urbano. Por otro lado, su prima Natsumi, de 18 años, recién llegada del pueblo a Tokio para estudiar Bellas Artes, y con un sueño por cumplir: ser mangaka. Con ellos, el recuerdo de la señora Wada, una anciana de 83 años que, antes de morir, decide legar su casa unifamiliar al buenazo de Hiroto. Una vivienda cochambrosa, sí, pero cuya calidez da un nuevo impulso a la vida de estos primos lejanos.
¿Por qué una anciana malhumorada dejaría su casa a un casi desconocido? Ese es uno de los secretos que va a sobrevolar la serie, pero no será el único. Lo cierto es que es imposible imaginar un heredero mejor que Hiroto, porque es un pedazo de pan, un tipo sencillo y sin dobleces que encuentra la felicidad en las pequeñas cosas. Sin embargo… ¿Por qué Hiroto renunció a su carrera como actor, motivo por el que emigró a Tokio, y ahora vive tan humildemente? He aquí otro misterio por desvelar para Natsumi, para quien la despreocupación de su primo es todo un enigma, sobre todo porque a ella la atenazan las inseguridades e incertidumbres de la juventud. En torno a los primos, una constelación de secundarios con encanto: un amigo instalado en la adultez, con esposa e hijo en camino; una compañera de clase con quien romper el hielo; una atractiva agente inmobiliaria al acecho de la casa…
Ecos de Koreeda
Keigo Shinzo (Prefectura de Ishikawa, Japón, 1987) regresa a nuestro mercado tras el muy recomendable Perdidos entre la hierba (Milky Way Ediciones), un manga que sorprendía por su crudeza, en contraste con el dibujo amable que caracteriza al autor. En Hirayasumi volvemos al Shinzo más pegado a las pequeñas vicisitudes de lo cotidiano, en la línea de su antología Holiday Junction (ECC), recopilatorio por el que lo empezamos a conocer en España. Aunque hacer paralelismos basados en el país de origen es algo tramposo, lo cierto es que se intuye cierta conexión de Shinzo con el cineasta Hirokazu Koreeda, en cuanto a su interés tanto por las familias fuera de la norma como por aquellos que habitan los márgenes de la sociedad.
Sin dejar las comparaciones, este manga recuerda mucho a otro título que nos enamoró, Metamorfosis BL (Norma Editorial), de Kaori Tsurutani, donde también aparecía la amistad intergeneracional; y con la misma autora, curiosamente, encontramos otro punto en común, ya que su tomo Don’t Like This (Fujur) se centraba también en el mundo de la pesca urbana. Similitudes que, lejos de restarle interés a Hirayasumi, permiten situarlo en las coordenadas del mejor manga costumbrista contemporáneo.
Hirayasumi, de Keigo Shinzo
Milky Way Ediciones. Rústica, 192 pág., b/n
Traducción de Marc Bernabé
Artículo publicado originalmente en la revista Z