Los creadores de esta original serie ci-fi toman los mandos para meterse en un divertido berenjenal interestelar con Hitler como personaje invitado.
Al espacio hemos venido a divertirnos. Este es el espíritu que anima la coalición comandada por Lewis Trondheim y Olivier Vatine en el proyecto ‘Infinity 8′, en el que han liado a una interesante tripulación con nombres tan destacados como Fabien Vehlmann o Emmanuel Gilbert. La premisa es de lo más original y atrayente: “8 agentes, 8 misiones, 8 saltos temporales” con una nave espacial como hilo conductor, la Infinity 8, agitada en un cóctel de humor, misterio, pulp y pin-ups. Tras presentar tamaña ocurrencia en ‘Amor y cadáveres‘ (con Zep al apartado gráfico), los perpetradores del concepto se meten en harina con ‘Regreso al Führer‘.
La gigante mole del Infinity 8 detuvo su viaje a Andrómeda en la anterior entrega tras chocar con una masa de basura espacial formada por tumbas, mausoleos y cementerios. ¿Quién ha puesto ese cúmulo de cadáveres en medio de la galaxia? La misión de la impulsiva agente Stella Moonkicker es averiguarlo, sirviéndose del salto temporal que es capaz de generar el capitán de la nave. Sin embargo, en su investigación se va a cruzar una convención de alegres nazis (sí, alegres y nazis) que, bajo el lema «El arte de vivir», ofrecen consejos de bienestar y gastronomía y regalan globitos con la cruz gamada. “Son muy majos”, llega a reconocer la policía ante tanta amabilidad.
El buen rollo no puede durar… La cosa se tuerce cuando estos nostálgicos –como se ve, algo despistados en lo que respecta a lo que representó el nazismo- deciden rescatar de la escombrera espacial la cabeza criogenizada de Adolf Hitler. Pese a haber pasado siglos al fresco, la sesera del Führer regresa en plena forma: en un visto y no visto organiza un ejército de robots nazis y toma el control de la embarcación. La investigación de Moonkicker pasa a un segundo plano: ¡Ahora hay que salvar la Infinity 8 de este Cuarto Reich en gravedad cero!
Con nazis y a lo loco
En esta segunda entrega, la Infinity 8 alcanza velocidad de crucero. El dibujo de Vatine es quizás menos espectacular que el luce Zep en la primera entrega, pero encaja como un guante con el espíritu gamberro de la serie, que aquí roza el paroxismo. Además, este álbum va más allá de la boutade: la acción es trepidante a la par que elegante. Olvídense de las sesudas historias de ciencia ficción dura. Quien llegue a esta serie buscando algo más que entretenimiento puro y duro se llevará una decepción. Quien busque precisamente eso… ¡Gozará!
*Artículo publicado originalmente en la revista Z nº67