¿Tiene algún tema tabú que nunca trataría en sus mangas? Junji Ito se lo piensa detenidamente. Mucho. Después de unos eternos diez segundos de duda, por fin dice: “Quizás la violencia contra los niños”. Esta forma de responder da idea de cómo uno de los reyes del manga de terror afronta su trabajo: con absoluta normalidad. Simplemente, él aplica su peculiar filtro a la realidad y de ahí saca los más extraños, inverosímiles y sorprendentes relatos que mente humana pueda imaginar.
Junji Ito (Gifu, Japón, 1963) ha sido una de las estrellas invitadas al XXII Salón del Manga de Barcelona que hoy cierra sus puertas. Viñetario, en compañía del periodista Joan S. Luna de MondoSonoro (autor de la pregunta del millón), tuvo la oportunidad de entrevistarlo durante unos minutos en el estand de ECC Ediciones. Sus respuestas, junto a las declaraciones que realizó en su encuentro público con aficionados, conforman las palabras que entreveran este artículo.
Cuando uno ha leído la obra de Ito, con colegialas fatales (‘Tomie’), espirales de locura (‘Uzumaki’), suicidios colectivos (‘Black Paradox’) y peces apestosos (‘Gyo’), puede que se haga en la cabeza una imagen equivocada del autor. El creador de todo esto es un tipo de lo más normal en apariencia -gesto amable y tranquilo, chaqueta marrón y camisa azul oscuro, gafas de montura al aire, peinado convencional-, aunque sus tics afloran a la mínima. Según cuenta el intérprete que lo ha acompañado en Barcelona, en su visita al Museo Picasso, el ‘sensei’ veía hasta en las más inocuas líneas del pintor malagueño figuras macabras y terroríficas.
“Son unas gafas normales”, asegura Ito entre risas cuando se le pregunta si quizás es que los cristales de sus antiparras reflejan una dimensión desconocida. “No sé de dónde me llega la inspiración, pero suelo tomar ideas de elementos cotidianos. Siempre tengo la antena preparada para captar cosas que a simple vista no dan miedo pero que, bajo mi filtro, pueden ser terroríficas”, dice. A esto añade que “una vez empiezo a trabajar en una obra, me pongo en situación para sacar todo el veneno”.
Los límites… ¿del humor?
¿Dónde está el límite del “veneno” que destila Ito en sus viñetas? “Cuando empecé no me ponía cortapisas, pero con el tiempo, hablando con mi editor, fui cortándome a la hora de dibujar según que cosas… En Japón este tipo de cómics lo leen sobre todo jóvenes colegialas, así que es algo que tengo en cuenta”.
Hay otra frontera ante la que Ito se pone freno, aunque por motivos muy distintos: “Soy muy aficionado al humor japonés, me río mucho con los cómicos televisivos y me suelen venir ideas para hacer chistes. Me da mucha pena no poder usarlos en mis mangas de terror, pero aún así los anoto todos. Si veo que alguno puede encajar en alguna de mis historias sin que desentone, lo introduzco”.
‘Tomie’, la colegiala fatal
Ito insiste varias veces en que su público natural son las colegialas, algo que choca con el perfil adulto de sus aficionados en Occidente. Así, cuando se le pregunta por el éxito de Tomie, la perversa adolescente que provoca en los hombres que la rodean ansias asesinas, el ‘sensei’ lo atribuye a que “quizás muchas chicas japonesas que leen mis obras, que pueden tener la edad de Tomie, no es que se sientan identificadas con el personaje, pero sí simpatizan con ella por ser bella y a la vez muy destructiva”.
‘Tomie’ fue su primer trabajo como profesional, una oportunidad que le llegó en 1987 al ganar una mención honorífica del Premio Kazuo Umezu organizado por la revista Gekkan Halloween. Junji Ito considera que Umezu -un autor poco conocido en España, pero un auténtico ídolo en Japón- “es el verdadero maestro del horror japonés”, y tacha de errados a quienes le ponen a él esa etiqueta.
Los mangas de Umezu fueron unas de sus primeras lecturas ya de niño. “Tengo dos hermanas mayores a las que les gustaban los mangas y las novelas de terror, así que yo crecí leyéndolos. A los 5 años ya tenía interés por crear ese tipo de historias y, aunque luego descubrí que había mangas de deporte y amor, no me interesaron en absoluto”. Algo más crecidito le dio por leer a H. P. Lovecraft, al que admira por su capacidad para crear “atmósferas de incertidumbre”.
Su relato favorito y su nuevo proyecto
Como se puede comprobar en la colección ‘Relatos terroríficos’ (ECC Ediciones), así como en la antología ‘Voces en la oscuridad’ (Tomodomo Ediciones), Junji Ito se siente especialmente cómodo en las historietas cortas. Interpelado por un aficionado, Ito confiesa que uno de sus trabajos favoritos es ‘El enigma de la falla de Amigara‘ (publicado como extra en ‘Gyo’), un desconcertante relato breve en el que narra cómo unas grietas con forma de silueta humana aparecidas en la ladera de una montaña atraen a su interior a las personas que creen encajar en el hueco.
Ahora, tras llevar a las viñetas hace unos años al clásico ‘Frankenstein’ de Mary Shelley, el ‘sensei’ prepara la adaptación de un libro autobiográfico del escritor de culto Osamu Dazai. “Fue un gran novelista, pero al final de su vida hizo cosas crueles”, apunta Ito en referencia al suicidio de Danzai y su amante en plena cumbre de la carrera literaria de este. “Es una novela muy seria, pero le aplicaré mi propio estilo, con muertes y fantasmas, para hacerla terrorífica”, adelanta el mangaka, que va a contar en este proceso con la ayuda del Sr. Kato, su editor en Shogakukan.
Un tipo corriente
Uno de los hitos vitales de Junji Ito más curiosos es que, antes de dedicarse al manga, se ganaba la vida como protésico dental. “No me veía capaz de trabajar en una profesión que implicara tratar con la gente, así que opté por estudiar para protésico dental porque me parecía que podría crear cosas en un laboratorio sin tener que hablar con nadie. Sin embargo, pronto me di cuenta de que era un oficio muy duro. Cuando gané el premio Kazuo Umezu empecé a publicar en revistas, y durante un tiempo compaginé ambos trabajos, pero llegó un momento en el que tuve que elegir y me quedé con lo que me hacía más ilusión”, rememora.
Otra anécdota sobre este autor, conocida gracias a su manga ‘El diario gatuno de Junji Ito’, es que fue vicepresidente de la asociación de vecinos de su barrio. “Le conté a todo el mundo que hacía este tipo de mangas y que estaba muy ocupado dibujando, así me libré de implicarme mucho en las reuniones de vecinos”, confiesa divertido.