Kyoko Okazaki retrata en ‘Pink’ y ‘Helter Skelter’ a dos mujeres muy diferentes, pero ambas marcadas por la presión de una sociedad que exalta la felicidad y la apariencia
Solo tiene un par de obras publicadas en España, pero qué obras. Muy mala tendría que ser una tercera para que Kyoko Okazaki (Tokio, 1963) se cayera del olimpo en el que la instalan ‘Pink‘ y ‘Helter Skelter‘, las dos editadas en España por Ponent Mon. Ambas, la primera, de finales de los años 80, y la segunda, de mediados de los 90 del pasado siglo, son auténticas vivisecciones de la sociedad japonesa de su momento, donde quedan al descubierto todas sus miserias, en especial las referidas a la presión que sufren las mujeres para responder a cierto modelo materialista.
‘Pink‘ parte de una premisa divertida: la protagonista es una veinteañera urbanita, inmersa en la efervescente Tokio ochentera, que comparte apartamento con su sorprendente mascota, un cocodrilo. El reptil es un capricho infantil que Yumiko, así se llama la chica, consiguió de su adinerado padre; ahora, emancipada y con trabajo como oficinista, apenas puede manter los costes de alimentación del animal y su despreocupado modo de vida, por lo que decide complementar sus ingresos con un extra a través de la prostitución, que para la protagonista es un trabajo como cualquier otro.
Yumiko aspira a la felicidad por el dinero, replicando el modelo social imperante, pero su transcurrir da un giro cuando conoce a un joven aspirante a escritor con el que se enzarza en un amor tan imperfecto como verdadero. Kyoko Okazaki se convierte en una ilusionista que bajo una apariencia despreocupada, con el cocodrilo como alivio cómico y elemento fantástico, nos cuela una historia profunda y dramática, en la que la dicha se acaricia pero nunca se alcanza.
Si ‘Pink’ respira desolación naif, la posterior ‘Helter Skelter‘ arrasa con cualquier sentimiento esperanzador. En su obra más popular, Okazaki presenta a una protagonista amoral, destilado puro de un ecosistema social embrutecido por la ambición, la apariencia y, de nuevo, el vil yen. Se trata de Ririko, la modelo de moda, la chica de todas las portadas, el ejemplo a seguir por todas las jovencitas japonesas… Tras esta imagen se esconde un bello engendro tallado a base de bisturí, un producto de mercadotecnia diseñado por una agencia de modelos y una clínica de cirugía estética de dudosa legalidad.
Esa podredumbre física y moral, oculta como basura bajo una alfombra, se empeña en aflorar en la piel de Ririko en forma de manchas y grietas, señales de alarma de que su reinado se acaba. Y es que, visto que la muchacha «no da para más», su agente le busca recambio en una adolescente de 17 años. En su descenso a los infiernos, Ririko, un juguete roto por voluntad propia y ajena, arrastra a quienes le rodean.
Tanto ‘Pink’ como ‘Helter Skelter’ trascienden sus épocas, aunque están profundamente marcadas por su tiempo. Si bien ese glamour urbanita de Tokio hay ido perdiendo lustre, sigue siendo reconocible; mientras la primera obra, de los años 80, cuando todo eran vino y rosas en Japón, tiene algún destello de alegría, la segunda, publicada durante el estallido de la burbuja económica, es pura devastación. En el epílogo de ‘Pink’, Okazaki deja claras sus intenciones al comparar el amor con el capitalimo, y definirlos como «una especie de monstruo intratable, terrorífico y cruel»; con todo, tenerles miedo «me parece triste y de muy poca clase». En ese marco, como dice la protagonista en una viñeta, un cocodrilo tiene todo el sentido del mundo, porque le da «el toque perfecto de emoción y suspense a mi vida».
Un último detalle llamativo: ‘Helter Skelter’ incluye una nota a la edición japonesa de 2003 en la que explica que la autora fue atropellada por un conductor ebrio en 1996 y no pudo repasar los materiales antes de su publicación, por encontrarse aún en plena rehabilitación. Allí se agradece la labor de Moyoko Anno (Tokio, 1971) para que finalmente la publicación llegara a buen puerto. No es casual este cruce de nombres: Anno, autora de las fantásticas ‘Tokyo Style’ (Glénat) o ‘Gorda’ (Ponent Mon) es quizá la autora que mejor recoge el espíritu de Okazaki a la hora de retratar a la mujer japonesa contemporánea.