Spirou, y especialmente la trilogía sobre el personaje compuesta por el portentoso dúo formado por Yann y Oliver Schwartz (con el color de un Laurence Croix que, por méritos propios, debería figurar también en portada), es ese ejemplo al que muchos aficionados españoles miran cuando piensan en el inmenso potencial del fondo de Bruguera, ahora que su adquisición por Random House Mondadori abre nuevas posibilidades. Es de sobra conocida la propuesta de David Rubín de tomar en sus manos el Capitán Trueno y hacer su propia versión del héroe de Víctor Mora y Ambrós. «Sí, es buena idea, pero… ¿Cómo va a funcionar ese personaje con aroma a polvo y naftalina entre los lectores del presente?», se preguntan muchos. ¡PAM! Cada vez que alguien diga eso, golpe de álbum de la línea ‘Una aventura de Spirou y Fantasio por…’.
Tras el extraordinario ‘El botones de verde caqui‘, donde narraban cómo Spirou y Fantasio lidiaban con la ocupación nazi de Bélgica, Yann & Schwartz & Croix prosiguen con las andanzas de los personajes en ‘La mujer leopardo‘ y ‘El señor de las hostias negras‘, un díptico reunido en un solo tomo bajo el nombre de la primera historia, editado por Dibbuks en España. Si en su primera colaboración retrataban de forma realista la parte más cruda de la guerra, sin perder el tono aventurero y humorístico que caracteriza a estos iconos de la bande dessinée, en esta continuación se adentran por los caminos de la fantasía y lanzan dardos al pasado colonial de Bélgica.
‘La mujer leopardo‘ es, en cada una de sus viñetas, un auténtico portento visual. La simple idea de una heroína africana ataviada con piel de felino saltando por los tejados de la Bruselas de posguerra es maravillosa. Le añades gorilas robot, un viejo cazador retirado, prófugos nazis, jóvenes bohemios, Jean Paul Sartre y Simone de Beauvoir, y un botones con tendencias dipsómanas, y la cosa te queda très magnifique! ‘El señor de las hostias negras‘ es un poco lo mismo, pero al revés: le pones un botones y un zazú al África colonial, con sus miserias y misterios, con sus selvas y hechiceros, y el resultado es merveilleux!
Estos magnifique y merveilleux no son solo consecuencia de una acertada combinación de elementos. Yann plantea una trama en la que, como ocurría en ‘El botones…’, no hay descanso: en la mejor tradición del cómic francobelga, cada plancha o cada doble plancha son casi un capítulo entero por sí mismas; son tantas las cosas que ocurren que parece un manifiesto contra la descompresión narrativa del cómic de superhéroes y del manga. A esto, añádele chispa, acierto en las referencias y unos cuantos recaditos por el camino. El dibujo de Schwartz tiene tanta fuerza y tantos detalles que dan ganas de quedarse a vivir en sus viñetas, iluminadas bellamente por el color de Croix.
¿Es desmedido tanto elogio? Pudiera ser. Pero lo cierto es que el menda ha disfrutado de lo lindo con la propuesta de Yann & Schwartz & Croix, vigorosa demostración de que es posible combinar con éxito franquiciado y autoría. Solo hay que echarle un poco de osadía.