¿Por qué un transeúnte con un cartón de vino en la mano es un borracho, mientras que un señor sentado con un güiscazo ante una máquina de escribir es un bohemio? Un analista con gafas, peinado a raya y un boli Bic en el bolsillo de la camisa sería tajante al respecto: «El escritor es un creador'» Un observador más prosaico, tras leer la novela gráfica ‘El Alcohólico‘ (Planeta DeAgostini), tendría serías dudas sobre si, despejadas las musas, las diferencias son tantas. Porque esta falsa autobiografía, con la que el novelista Jonathan Ames debuta en el cómic, es un divertido y conmovedor relato sobre las penurias que acarrea el amor a la botella.
A Jonathan Ames le gusta aclarar que ‘El Alcohólico’ es una obra de ficción. No está de más precisarlo, ante los brillantes retales de realidad que atesoran sus páginas. La historia arranca cuando Jonathan A., un novelista de éxito, recupera la conciencia en el interior de un apestoso coche, en brazos de una viejecita que quiere alegrarse el cuerpo a su costa. ¿Cómo ha llegado a esta situación? Pues a base de empinar mucho el codo, desde su más tierna adolescencia, e insistir en ello tanto en la universidad como en sus primeros pasos literarios. Así, se van detallando las miserias del escritor, desde sus confusas relaciones sexuales hasta su coqueteo con la cocaína. Un descenso a los infiernos que no tiene freno ni con una visita al templo de redención yanki por excelencia: un centro de desintoxicación.
El protagonista se convertirá en un reputado autor de misterio en el Nueva York posterior al 11-S, donde se codea con ‘personalidades’ como Monica Lewinsky. Pero por el camino dejará a su novia, su familia y, sobre todo, su dignidad. Respaldado por el dibujo ‘noir’ de Dean Haspiel y escudado tras un «esto no me pasó a mí, me lo contó un amigo», Ames traza una emotiva y sincera desmitificación del literato borracho.