Feminismo, humor y ciencia ficción en ‘Man-eaters’, una serie que convierte a las adolescentes en peligrosas gatas salvajes y asesinas 

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¡Contra el patriarcado, garras! Los cuatro años en la Casa Blanca de Donald Trump, un tipo que presumió en una conversación de que “cuando eres una estrella, ellas te dejan hacerles cualquier cosa; puedes agarrarlas por el chocho”, no solo no han supuesto un retroceso en el movimiento feminista en Estados Unidos, sino que, al contrario, han impulsado las reivindicaciones por la igualdad. Ellas son parte fundamental de la ola que ha barrido al populista anaranjado y ha colocado a Joe Biden y a Kamala Harris al frente del país. El partido se ha jugado en el Capitolio, en las redes sociales, en las calles… y también en los cómics. Man-eaters es una feliz y descarada muestra de ello.

Estamos en un Estados Unidos actual y reconocible, pero con cierta variación. Una mutación del parásito de la toxoplasmosis – la enfermedad, normalmente inocua, que los gatos llevan milenios pegando a los humanos- hace que las mujeres durante la menstruación, especialmente las adolescentes, se conviertan en grandes gatas asesinas. ¿Solución? Hormonas en el agua potable para bloquear el periodo, un control social exhaustivo a las chicas y un cuerpo policial dedicado en exclusiva a la caza de las felinas. Todo parece bajo control hasta que una niña de doce años y sus amigas prueban a ver qué ocurre si dejan de beber del grifo y se pasan al agua embotellada que toman los chicos… ¡Miau!

Ministerio del molar

Chelsea Cain y Lia Miternique son las madres del invento, bajo el paraguas de su estudio Ministry of Trouble (Ministerio de los Problemas). Este nombre tan molón no es anecdótico: buena parte del encanto del tebeo se basa en la creación de marcas, anuncios y publicaciones ficticias, que convierten la lectura en un auténtico viaje al universo pop de la adolescencia. El cuarto número de la serie es directamente una revista para chicos en la que se dan consejos sobre cómo protegerse ante las feroces felinas que pueden acecharles los baños mixtos de los colegios. Un ejercicio narrativo juguetón y sorprendente, aunque no del todo bien ejecutado en cuanto que no hace avanzar la trama principal.

Antes, durante los tres primeros episodios, de la mano de la dibujante Kate Niemczyk (con la que Cain ya se alió en Pájaro Burlón), la historia discurre simpática, con ráfagas alegremente malévolas que, como el que no quiere la cosa, dan en el blanco con proyectiles de algodón y celulosa. En otra pirueta narrativa, las viñetas dejan paso a textos escritos por colaboradoras de la misma edad que la protagonista. Este no es un tebeo sobre o para chicas, es un tebeo con chavalas al mando.

¿Sabes aquello de que a veces una buena premisa se queda luego en agua de borrajas? Este primer tomo apunta a que con este cómic no será así. Con todas las distancias, la sensación al leer esta Man-eaters recuerda a la que ofrecía Chew con su historia de pollos y alienígenas, que tuvo feliz cuerda para un montón de números. Está por ver si aquí ocurrirá lo mismo, dada la irregularidad de en la publicación de la edición original.

Un apunte: el primero en escribir sobre esta serie por aquí fue Queco Ágreda en su sección Espacio Exterior.

Man-eaters nº1, de Chelsea Cain, Lia Miternique, Kate Niemczyk y Lia Miternique

Astiberri, cartoné, color, 128 págs., 17 euros.

Traducción de Santiago García

Artículo publicado originalmente en la revista Z