La autobiografía es un género osado. En mayor o menor grado, supone un ejercicio de desnudo público. El malavidero Carlos Melgares, artista multimedia donde los haya, ha demostrado a lo largo de los años que la mejor vacuna contra la timidez es la exposición pública controlada. Sin embargo, mucho más valiente que disfrazarse de Dazzlord en el concurso de cosplay del Salón del Cómic de Barcelona (uno de los hitos del Melgares) es mostrarse tal cuál es en las páginas de ‘Memorias de un pene selecto‘, su debut en la novela gráfica de la mano de Editorial Cornoque.
Bajo un título algo tramposo, ‘Memorias de un pene selecto’ es un recorrido sentimental por alguno de los capítulos que el autor considera claves en su vida. Aunque tiene cierto orden cronológico, Melgares salta sin previo aviso de un punto a otro de su biografía cuando así lo requiere la narración. De este modo, descubrimos anécdotas vitales como su atropellado nacimiento, sus problemas alimentarios, su traumático paso por un colegio de curas o sus primeros escarceos amorosos.
Hay momentos realmente hilarantes y otros rabiosamente agridulces -así es la vida-, pero Melgares tiene un don: todo es sumamente entretenido, simpático y nada dramático. En este sentido, su estilo de dibujo esquemático, «de palotes», contribuye a quitar hierro a los pasajes más oscuros de su relato.
El conjunto está algo descompensado, ya que hay momentos de intensidad dramática contenida que, a vuelta de hoja, dan paso a una banal andanza de borrachera detallada al extremo. Esto no resiente el ritmo de lectura, al contrario: la variedad de hechos y tonos hace que el interés no decaiga. Remata el volumen, casi de sopetón, ‘El cuento de las tres princesas y el príncipe de la espada mellada’, un relato de redención con final feliz.
‘Memorias de un pene selecto’ no deja de ser el «¡Eh, prestadme atención!» de un alma sensible, pero es tan desenfadado, divertido y emotivo que uno acaba por caer rendido ante las virtudes y defectos de ese tipo que es Carlos Melgares.