La trayectoria de Miguel Gallardo (Lleida, 1955) da para mucho. Tanto como para haber sido uno de los miembros fundadores, allá por 1979, de El Víbora, referente del underground español. De su lápiz nació uno de los personajes más carismáticos del tebeo español de los 80, Makoki. En los 90, Gallardo se forjó una importante carrera como ilustrador para medios como La Vanguardia, donde todavía hoy alegra la página dominical de Quim Monzó. En 2007 llegó ‘María y yo‘ (Astiberri), un álbum en el que narra su relación con su hija autista, y que luego devino en película.
Gallardo visitó el Salón del Cómic de Zaragoza, el pasado diciembre, y allí tuvo la amabilidad de atendernos para esta entrevista en medio de un ambiente con «mucho manga y muchas actividades para la gente joven»
Hay mucho manga en los salones, pero también hueco para tebeos como ‘María y yo’, que tiene también su éxito entre el público.
Sí, pero triunfa más fuera del ámbito del cómic. Mi ‘clientela’ son muchos padres, personas que trabajan en discapacidad… Se ha convertido en algo un poco al margen del cómic. Además, para los puristas, ‘María y yo’ es una mezcla de dibujos y textos, y algunos dicen que no es un tebeo.
En todo caso, eso no le resta valor a lo que cuenta, tu experiencia con tu hija.
Sí. Hacer este tipo de trabajos es algo que me puedo permitir porque no vivo del cómic, vivo como ilustrador de prensa y de otros trabajos.
¿Esperabas que ‘María y yo’ tuviera tanta repercusión y se convirtiera en una película?
La verdad es que no, ha sido una sorpresa. Empezó como un libro muy pequeñito, que iba a ser como cualquier otro librito de una editorial de cómic, que suelen tener poca promoción y a los tres meses quedan olvidados… Y ha crecido mucho. Va por las cinco ediciones y se ha publicado en alemán, francés e italiano; se ha filmado el documental, un corto de animación… La mitad de este año [por 2010] me lo he pasado de gira dando charlas por asociaciones de media España.
¿Te ha dado más satisfacciones artísticas o personales?
Sobre todo personales, pero también artísticas. Porque es una obra muy sencilla que llega a todo el mundo, desde un chaval de 8 años a un abuelo, cualquiera la puede leer en media hora. Ha supuesto acercar el cómic a personas alejadas de estos ambientes. Conseguir un lenguaje sencillo que llegue a todo el mundo es para mi un logro artístico. A nivel personal, me ha supuesto convertirme en una especie de abanderado del autismo. Tanto el libro como la película han ido muy bien para los colectivos de padres, porque ha dado una mirada nueva sobre la discapacidad; ni es triste ni dolorosa, es optimista.
¿Qué ha supuesto para ti ser ahora conocido por un álbum del tipo de ‘María y yo’ tras ser un referente del cómic underground en España?
En su momento, como todos los autores de ‘El Víbora’, ya fui una ‘rock and roll star’ del cómic. Entonces ya hicimos giras, nos hartamos de firmar con Makoki y la pandilla… Pero cuando se acabó el boom cada uno tiró por su lado. Yo abandoné el cómic porque no daba para más. Ser ahora conocido por ‘María y yo’ está bien. He pasado de ser el padre de Makoki al padre de María, y me gusta más. Pero Makoki nunca muere, la gente me sigue pidiendo que le dibuje ‘makokis’ allá donde voy y los hago con mucho gusto.
El cómic de la época es objeto hasta de exposiciones, como se pudo ver con tu participación en la exposición ‘Quinquis de los 80’…
Fuimos un referente cultural, porque el cómic que hacíamos nosotros estaba muy pegado al argot de la época. La gente se enganchó mucho y sigue siendo muy fan de Makoki… Y eso que maté al personaje.
Como decías, no vives del cómic, sino de la ilustración en prensa. ¿Cómo está este sector?
La prensa está muy tocada, y la ilustración cada vez baja más de precios, tiene peor ubicación… Está desapareciendo, así que busco nuevos caminos.
La mayoría de autores de cómic acabáis viviendo de los trabajos ‘periféricos’…
Ni siquiera los autores jóvenes pueden vivir del cómic. Pero también estamos en una época interesante. Las nuevas tecnologías pueden dar apertura a proyectos interesantes… Nosotros estamos trabajando en una versión para Ipad de ‘María y yo’ que se podrá abrir mucho a nuevas posibilidades. No será ya solo el libro, podrá incluir actividades interactivas y podrá incluso funcionar como unidad didáctica. Es una época para gente con imaginación, para no tener miedo y explorar nuevos caminos.
Venir de Makoki y quizás acabar con tus tebeos como lectura en escuelas…
Puede ser… Mientras las madres no se enteren de dónde vengo exactamente. Una vez una madre me preguntó cómo alguien que había hecho Makoki se ha convertido en un padre sensible. Son las cosas de la vida, le dije. También era sensible entonces, pero de otra manera.
¿Algún proyecto entre manos?
Tras un álbum no me planteo hacer otro nuevo. Cuando me sale una idea interesante me puedo permitir trabajarla durante dos o tres años, porque no tengo prisa. De momento estamos en el proyecto de ‘María y yo’ en Ipad. Es curioso la amplitud de formatos que ha tenido este trabajo, desde el libro a la película pasando por el corto de animación. Cambia el formato, pero no el mensaje.
La protagonista, no hay que olvidarlo, ha sido tu hija María. ¿Cómo ha vivido este proceso?
Ella no es consciente de la cámara, sí del movimiento a su alrededor y del impacto que ha tenido. Ahora sale a la calle en Las Palmas y la gente le saluda y le regala cosas. Así que convertirse en ‘estrella’ ha sido muy bueno para ella.