Panini Manga completa la edición de Nuestra hermana pequeña, una hermosa historia sobre familia y nuevos comienzos en la que la ciudad de Kamakura es una protagonista más 

Panini: Cómic_Nuestra Hermana Pequeña: Diario de una ciudad costera 5_1

Hay en Nuestra hermana pequeña un perfecto equilibrio entre el uso del plano general y el plano corto, y no nos referimos solo a lo formal. Ni siquiera hablamos de cinematografía, pues aquí no se trata de la película de Hirokazu Koreeda, sino del manga en el que se basa, Umimachi Diary (Diario de una ciudad costera, subtítulo usado en la edición española), de Akimi Yoshida. Los personajes de esta historia, sin el entorno que les rodea, no serían los mismos. Puede que afrontaran situaciones similares, como la inesperada reunión de las cuatro hermanas Koda, pero seguramente no se lo tomarían igual que en esa pequeña ciudad enclavada entre las montañas y el mar, donde las calles empinadas llevan hasta hermosos templos budistas y sintoístas, y donde el tren que recorre la costa parece el único recordatorio de que hay mundo más allá.

Si se repasa la carrera de Akimi Yoshida (Tokio, 1956), Nuestra hermana pequeña, publicada en la revista shôjo Flowers entre 2006 y 2018, se sitúa como su gran obra de madurez, en la que, casi tres décadas después de su debut, la autora se decanta definitivamente por el costumbrismo intimista. 

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El camino hasta Nuestra hermana pequeña

Fue en 1978 cuando Yoshida empezó su primera gran serie, California Monogatari (Una historia de California), protagonizada por dos adolescentes que, tras recorrer Estados Unidos, se asientan en el Nueva York más bohemio. En 1982, seguiría con el slice-of-life, esta vez en clave de comedia, con Kawa yori mo Nagaku Yuruyaka ni (Más lento y más largo que un río), donde narra la doble vida de Toshi, un estudiante que por las noches trabaja como camarero en un bar frecuentado por militares estadounidenses y por el que desfila lo mejorcito de los bajos fondos: camellos, proxenetas, usureros… 

¿Hemos dicho Nueva York? ¿Hemos citado el lumpen? Todos los caminos parecían llevar hasta el que fue el gran bombazo de Yoshida, Banana Fish (1985-1994), la desenfrenada y violenta epopeya de Ash Lynx en la versión más chunga y sucia de la ciudad de los rascacielos. La fórmula del adolescente torturado con pistola le funcionó tan bien que la repitió en Yasha (1996-2002), esta vez iniciando la acción en Okinawa. Entre el humor y la acción, Yoshida experimentó con lo sobrenatural en Kisshou Tennyo (1984), la historia de una familia descendiente de los dioses. 

Lovers' Kiss

Nos dejamos algunas obras en el tintero, pero este viaje hace su antepenúltima parada en Lover’s Kiss (1995-1996), una serie de apenas dos tomos centrada en los romances de los estudiantes de un instituto en Kamakura. Así, ya tenemos todos los elementos que compondrían la futura Nuestra hermana pequeña: adolescencia, familia, costumbrismo, Kamakura… Solo hacía falta darles una nueva forma; una en la que, esta vez, no habría lugar para lo escabroso.

Kamakura mon amour

Como ya contamos por aquí, la historia de Nuestra hermana pequeña se inicia cuando las tres hermanas Koda acuden al funeral de su padre, que se había vuelto a casar no una, sino dos veces, la primera tras divorciarse y la segunda tras enviudar. Allí, en Kajikazawa, pueblo famoso por sus termas, conocen a su medio hermana Suzu, hija de la segunda esposa. Muerto el padre, la niña queda como elemento extraño en la familia, así que las Koda le ofrecen instalarse con ellas en la vieja casa familiar de Kamakura. Dicho y hecho. Así comienza una convivencia en la que aprenderán a ser hermanas, y también un poco madres, unas de otras, incluida la pequeña, que para su edad tiene una pasmosa madurez.

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Poco a poco, Yoshida introduce un elenco de personajes variado, formado por familiares, compañeros de clase de Suzu, novios y amantes de las hermanas mayores, vecinos y vecinas, compañeros de trabajo… Secundarios que no ejercen de meros extras, sino que tienen diálogo (y mucho, porque absolutamente todos los personajes hablan por los codos) y a los que seguimos en sus cuitas a lo largo de toda la serie. Realmente podemos sentir que la autora no usa a estos personajes, sino que se preocupa sinceramente por su devenir, tocando temas tan variados por el camino como el deporte, las finanzas, los cuidados paliativos, la gastronomía, el sistema escolar… En fin, la vida.

Suena a tópico -lo es- pero Kamakura es un personaje más. Ahí están sus playas, sus montañas, sus templos, sus calles…, y ahí están esos detalles absolutamente encantadores y simbólicos, como el restaurante de toda la vida, el puente sobre la rambla o el ciruelo del jardín de los Koda. Ese humilde frutal tiene más línea argumental que los personajes humanos de otras muchas ficciones. Kamakura es un lugar, pero también un estado de ánimo: aunque pasan las estaciones, lo importante siempre ocurre en verano, con las cigarras cantando como si les fuera la reproducción de la especie en ello. Cuando no es verano, se espera que empiece; cuando es verano, se teme su fin.

Mirar al futuro

El interés de Hirokazu Koreeda por las familias atípicas, podríamos decir que elegidas, explica su interés por adaptar este manga al cine. Las hermanas Koda forman una familia atípica, pero ¿elegida? En parte sí, porque que acaben adoptando como tutoras a su medio hermana pequeña es un fruto de una decisión -meditada o no es otra cosa-. Sin embargo, a lo largo de la historia vamos a ver que la sangre tira, se quiera o no. Por eso, a pesar de la mala relación que las mayores tienen con su madre, no acaban de romper el vínculo que las une. Igual que continúan viéndose con sus tías y tíos, ya parientes lejanos; o, en el caso de Suzu, con sus medio hermanos de Kajikazawa.  La familia se manifiesta en Nuestra hermana pequeña no como algo impuesto, invariable y rígido, pero sí como un nexo poderoso, inevitable e instintivo, una conexión que puede permanecer latente, pero que se activa de forma casi mágica cuando así lo requiere la situación.

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Esta es una historia de familia, pero también de crecimiento. Vemos a Suzu emprender su ruta hacia la vida adulta con dudas, pero sin miedo a tomar decisiones; y vemos a sus hermanas, ya adultas, descubrir que nunca se deja de dudar, porque siempre hay por delante nuevos caminos y bifurcaciones. Acompañarlas a lo largo de este viaje es pura emoción:  “Sinceramente, no sé qué pasará a partir de ahora ni tampoco sé en qué consiste la felicidad, pero este mundo es muy grande, y yo puedo ir a cualquier parte sin importar lo lejos que esté”. 

Viejos conocidos

No es que a Akimi Yoshida le faltaran premios a lo largo de su carrera, pero con Nuestra hermana pequeña a buen seguro tuvo que comprarse un nuevo estante para hacer sitio: se llevó el Japan Media Arts de 2007, el Manga Taishô de 2008 y 2011, el Premio Shogakukan de 2015 y el Premio Cultural Osamu Tezuka de -¡ATENCIÓN!- 2008, 2009, 2011 y 2019. Semejante acumulación de galardones a lo largo del tiempo habla de que estamos ante una serie no solo excelente, sino que mantuvo su calidad durante su serialización a lo largo de 12 años. 

En esta manga se nota que Akimi Yoshida siente verdadero afecto por los personajes. Trasluce especialmente en un final que invita a imaginar el futuro de los protagonistas, y también en el capítulo extra, donde Suzu regresa al pueblo de aguas termales donde empezó todo. Ahí, nos muestra que la vida siguió tras la partida de la niña… Y tanto que siguió, porque Yoshida, incapaz de desligarse de este universo, comenzó en 2019 una nueva serie, Utagawa Hyakkei (Cien vistas sobre Utagawa), centrada en Kazuki, el medio hermano de Suzu al que conocimos al principio de Nuestra hermana pequeña. Un nuevo lugar, un nuevo comienzo, para seguir narrando las pequeñas y grandes cosas de la vida. 

Nuestra hermana pequeña: diario de una ciudad costera 

Akimi Yoshida

Panini Manga. Rústica, b/n. 384 págs., 16,95 €

Traducción de Beatriz Velázquez