Han pasado casi de 40 años desde que Donald Sutherland pasara a la historia del cine con su delator grito en ‘La invasión de los ultracuerpos’ (1978), ‘remake’ del film del mismo nombre de 1956, ambos basados en la novela de Jack Finney. Podrán pasar otros tantos años, y el terror de esta cinta seguirá tan vigente como ahora, y su argumento será tan susceptible de tener dobles lecturas como entonces. Con ese referente en mente, Hitoshi Iwaaki desarrolló entre 1988 y 1995 ‘Parasyte‘, un adictivo manga que llega ahora a España de la mano de Planeta Cómic.
Al igual que en su referente cinematográfico, ‘Parasyte’ parte de una lluvia de esporas alienígenas sobre la Tierra, aunque con una biología algo más peculiar. Para sobrevivir en nuestra atmósfera, estos seres, transformados en lavas, deben parasitar inmediatamente a un ser humano (o mamífero). Una vez dentro del organismo, se instalan en la cabeza. Aunque conservan la apariencia del huésped, pueden modificar su forma a voluntad, configurándose en voraces fauces o letales armas. Y, ni ellos mismos saben por qué, les da por comer a humanos.
Shinichi, a su manera, es un tipo con suerte. A este estudiante japonés la invasión le pilla escuchando música con unos auriculares, por lo que la larva no encuentra acceso directo a su cerebro y toma otro camino: su brazo derecho. El problema -para el bicho- es que Shinichi se hace un torniquete y deja aislado al parásito en esa parte de su anatomía. Comienza así una peculiar relación simbiótica, en la que adolescente humano y ser alienígena van a ir conociéndose a la vez que se enfrentan a la amenaza de la invasión. Y no es que Miggi -«mano derecha», en japonés; nombre que recibe el marcianito de marras – sea un traidor a su raza. Es cuestión de supervivencia: si matan a «su» humano él se queda desahuciado.
Con este punto de partida, ‘Parasyte’ se convierte en una narración entretenidísima, en la que los misterios de la raza extraterrestre se van desvelando con cuentagotas mientras Shinichi y Miggi evolucionan como individuo(s) a marchas forzadas. Lo hacen a base de encontronazos tanto con humanos como con parásitos, en situaciones que devienen en fantásticas y chocantes escenas de acción en las que todo es posible gracias a las cualidades multiformes de los extraterrestres. Aunque para algunos el dibujo de Iwaaki puede parecer un poco acartonado y pasado de moda, cualquier reticencia debería quedar superada por su inventiva para generar viñetas icónicas.
El enganche que provoca ‘Parasyte’ tiene otra causa, quizás más potente. Ya desde las primeras páginas, Iwaaki deja claro que quiere invitar a la reflexión acerca de la voracidad del ser humano sobre la Tierra. ¿Quién puede culpar a los extraterrestres de colonizar el planeta y aprovecharse de sus recursos, si es lo mismo que lleva haciendo la humanidad desde que sus ancestros aprendieran a caminar sobre dos patas? ¿Por qué un homínido puede comerse un cerdo sin ningún remordimiento de conciencia, pero un alienígena tiene que plantearse no zamparse humanos, si, total, no son de la misma especie?
‘Parasyte’, que estará completa en solo 8 tomos, es una lectura de esas que difícilmente se pueden dejar una vez iniciadas. Fantaterror a la japonesa y reflexión ecologista hacen de este un manga adictivo como pocos.