Todo héroe tiene un comienzo… Incluso todo ‘sidekick’ -compañero de andanzas del héroe- tiene una génesis. En la estela del imperecedero ‘Batman: Año Uno‘ de Frank Miller y David Mazzucchelli, en el año 2002 apareció ‘Robin: Año Uno‘, una revisión de la figura del pupilo del Hombre Murciélago. Lejos del tono oscuro de su referente, los guionistas Chuck Dixon y Scott Beatty, con los dibujantes españoles Javier Pulido y Marcos Martín a los lápices, optaron por un relato iniciático tortuoso, como todos, pero teñido de la luz pop de las aventuras clásicas del dúo dinámico. ECC Ediciones acaba de recuperar en un tomo esta obra.

Batman: Año Uno

¿Qué derecho tiene Batman a implicar en su cruzada contra el Mal a un chaval, a poner en riesgo su vida en las más locas aventuras? Esta es la pregunta que se plantea el buen y viejo Alfred, eterno mayordomo de Bruce Wayne y narrador de ‘Robin: Año Uno’. Sin embargo, la cuestión tiene un reverso; es un planteamiento de ida y vuelta: ¿Qué derecho tiene Batman a impedir que un muchacho dotado para la acción se una a la lucha contra el crimen? ¿Por qué él sí tiene ese «derecho» y no puede tenerlo otro enmascarado, igualmente noble y justo? Este es el doble dilema que sobrevuela las páginas del cómic, y que se manifiesta en los diferentes choques contra villanos a los que hacen frente el Hombre Murciélago y su joven compañero Dick Grayson.

Tras un sórdido caso orquestado por el El Sombrerero Loco, una primera prueba de fuego, las cosas se van a complicar para Robin cuando Dos Caras se fije en él como instrumento para consumar su venganza contra Batman… Demasiado peligroso para un chaval en mallas. Así lo piensa el Comisario Gordon, y así lo cree también Batman. Incluso el propio Dick Grayson llega a sentirse un lastre para el vigilante de Gotham. Sin embargo, una vez iniciado este camino, es muy complicado girar la cabeza y dejar pasar la tropelías de otros villanos como Mr. Frío o La Liga de los Asesinos.

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‘Robin: Año Uno’, aunque funciona como una unidad, avanza como una sucesión de aventuras, una estructura que remite a la época más alocada y divertida de los personajes. Chuck Dixon y Scott Beatty, tirando de oficio, saben introducir en medio de este colorida galería de villanos los verdaderos enemigos que amenazan la relación entre maestro y pupilo: las dudas sobre qué es lo correcto y cuál es el camino adecuado para librar su autoimpuesta guerra contra el crimen. En este proceso, Robin se demuestra como un necesario e insaparable contraste para Batman: Dick Grayson es la alegría y luminosidad que hacen que Bruce Wayne se mantenga amarrado a la cordura. Como dice Alfred: «El señor Richard nos ha cambiado la vida a mejor. Y creo que la suya también».

Con su elegante dibujo, con dejes ‘cartoon’, Javier Pulido -con el recambio en algunas páginas de Marcos Martín– logra que ‘Robin: Año Uno’ sea una obra con personalidad propia, más allá de un émulo del ‘Año Uno’ referencial. Es todo un acierto remitir en la estética a las locas aventuras de Batman y Robin en los años 60, tanto en el tebeo como en la serie protagonizada por Adam West y Burt Ward.

‘Robin: Año Uno’ es una lectura que, 15 años después de publicada por primera vez, se mantiene fresca y viva. Su reedición es una buena oportunidad para (re)descubrirla.