Una historia de asesino en serie con todo lo que cabe esperar del género y algo más: una reflexión sobre el trauma ocasionado por la muerte de los seres queridos 

route end

Route End cumple hasta el final el objetivo de todo buen thriller: mantener al lector atrapado en la trama, en un estado de ansiedad que solo encuentra consuelo en el rápido paso de las páginas, en busca de respuestas a los interrogantes que han dejado a su paso los crímenes de END, el asesino en serie que tiene en jaque a la policía japonesa. Pero esta obra va más allá del suspense y no se queda con el lado lúdico de lo macabro, sino que explora la profunda huella que la muerte deja entre los vivos.

Todo en Route End gira en torno a la muerte, y no solo por la intervención de END. El protagonista es Haruno, un jóven que se dedica a realizar “servicios especiales de limpieza” en domicilios donde ha ocurrido una tragedia en forma de asesinato, accidente, suicidio o muerte solitaria. El propio Haruno está marcado por un suceso de este tipo, ya que su madre se ahorcó; también la detective al cargo de la investigación ha pasado por lo mismo con su hermano menor. Ambos se cruzan cuando la empresa de limpieza debe actuar en una vivienda relacionada con un crimen de END y bajo el parqué aparece un nuevo esqueleto… Se inicia así una espiral en la que la muerte lo impregna todo (incluso el sexo), y no solo por la mano anónima del homicida.

Bien de trauma

Si la lectura es adictiva en los primeros cinco tomos de la serie, la intensidad de los tres últimos alcanza un ritmo frenético. Lo logra, curiosamente, cuando parte del misterio, en apariencia, ya está resuelto. Por supuesto, el autor deja los suficientes cabos sueltos para que hasta la última página no decaiga el interés por los crímenes, pero el verdadero meollo está en cómo los sucesos le sirven para plantear una interesante reflexión sobre cómo la muerte, cuando llega de forma inesperada, ocasiona en los familiares de las víctimas sentimientos que van más allá del dolor y sumergen en la incertidumbre y el desasosiego.

Este planteamiento cobra especial relevancia si se tiene en cuenta que Japón es un país donde los suicidios, que tanto protagonismo tienen en esta serie, son una auténtica plaga: sin ir más lejos, los medios recogían que en octubre de este pasado 2020 murieron allí más personas por su propia mano que por la COVID-19.

Kaiji Nakagawa construye en definitiva una obra sólida y redonda, que solo se ve mermada por un dibujo que no pasa de lo efectivo y por cierto deux ex machina del que es mejor no dar detalles. Route End ocupa un merecido puesto junto a otros excelentes mangas de suspense que nos han llegado en los últimos años, y que demuestras la salud del género por aquellos lares, como Museum o Prophecy. En esta ocasión, el paseo por lo sórdido tiene como destino final un mensaje positivo: asumida la desgracia, no queda otra que tirar adelante.

 

‘Route End’, de Kaiji Nakagawa

Norma Editorial. Rústica, b/n, 192 págs., 9 euros. 8 tomos (completa)

Traducción de Marc Bernabé

Artículo publicado originalmente en la revista Z