Shangri-La‘ (Dibbuks) es puro nutriente para las neuronas. En la línea de los grandes clásicos de la ciencia ficción, el cómic del francés Mathieu Bablet ofrece mucho material para la reflexión, envuelto en una extraordinaria intriga espacial y con un aparato gráfico espectacular. En román paladino: este tebeo es un pepinazo sideral.

Shangri-La

El ser humano es maravilloso. Concretamente, un idiota maravilloso que camina feliz hacia la extinción, cuales lemmings. Ahí es donde sitúa el autor la acción de este cómic, justo al borde del acantilado: en un futuro no muy lejano, en el que la Tierra se ha hecho inhabitable, la especie sobrevive en una base espacial bajo la gestión de la empresa Tianzhu Enterprises. Aunque algo apretujadillos, los supervivientes llevan los 200 años de exilio medioambiental con alegría, ya que pueden consumir todo tipo de productos y servicios: Tianzhu TV, Tianzhu Phones, Tianzhu Fitness, Thianzu Burgers… Vamos, mucho y, sobre todo, ‘variado’.

La ciencia también sigue su curso y los investigadores, que ya dan por perdido el planeta natal, han tenido una brillante idea: terraformar Titán, la luna de Saturno, para instalara allí ya no a los anticuados homo sapiens, sino a una nueva raza creada ex novo denominada homo stelaris. Todo parece tan perfecto… Por eso, Scott, piloto espacial, acata las órdenes sin cuestionarlas, a pesar de que algo le huele a chamusquina al resto de su tripulación. Con todo, cuando el interrogante formado sobre su cabeza alcance una masa crítica, Scott se verá arrastrado a un peligroso juego a dos bandas entre el oficialismo y un movimiento supuestamente revolucionario.

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Las lecturas y mensajes de ‘Shangri-La’ son potentes, en la línea de la ci-fi más dura. Aquí hay mucha tela que cortar: consumismo, especismo, racismo, explotación y control por la empresa/estado, libertad vs. seguridad, dependencia tecnológica, límites de la ciencia, estrategia política… La teoría viene perfectamente montada sobre una trama absorbente y un apartado visual apabullante. Bablet dibuja escenas memorables: en los interiores de la estación espacial, se siente la estrechez, se huele el sudor; en los exteriores, la inmensidad y el frío del espacio ponen en perspectiva la futilidad de las ambiciones humanas.

A sus 30 años, Mathieu Bablet ha dado un golpe sobre el tablero del cómic europeo, y posiblemente mundial: «Eh, aquí estoy». Desde este mismo tebeo (que entró en la selección oficial del Festival de Angoulême  2017), se ha convertido en un autor a seguir. ¿En qué mercado? Está en disposición de elegir, porque este ‘Shangri-La’ bien podría haber salido directamente con el sello de Image en Estados Unidos. De momento, este álbum ha servido para que el menda haya decidido que ya es hora de darle un tiento a ‘Doggy Bags‘, la revista pulp en la que ha participado con una historieta corta, y que edita Dibbuks en España.