«Matar no es un crimen. Matar es un arte». Con estas palabras arranca ‘Yo, asesino‘ (Norma Editorial), la nueva obra de Antonio Altarriba (Zaragoza, 1952), que en esta ocasión se acompaña de los dibujos de Keko (Madrid, 1963). Este cómic introduce al lector en la mente de un artista-asesino, un hombre cuyos actos repelen y cuyo discurso hipnotiza. Juega con otros materiales altamente inflamables: la violencia en el País Vasco y las intrigas universitarias. Tiene además un toque perturbador: los escenarios son reales y el protagonista tiene un asombroso y nada casual parecido con el propio Altarriba. Un cúmulo de osadías que se traducen en un resultado brillante.
El sujeto de ‘Yo, asesino’ es Enrique Rodríguez, un en apariencia anodino profesor de Historia del Arte en la Universidad del País Vasco. Como docente e investigador, ha ganado fama gracias a sus estudios relacionados con la representación de la crueldad en la pintura occidental. Pero Enrique no se conforma con analizar el arte; él también es un artista. Algo peculiar. Llevando hasta el extremo la teoría del asesinato como una de las bellas artes, el profesor comete ‘performances’ en las que ejecuta a personas como si de una intervención artística se tratara. Sus continuos desplazamientos para asistir a congresos y simposios universitarios, unido a su gusto por cambiar de técnicas y estilos, le facilitan las cosas: resulta casi imposible seguir su rastro o buscarle un patrón criminal.
Enrique es frío en lo personal y apasionado en lo artístico. Ambas facetas de su vida parecen bien delimitadas. Pero las cosas se tuercen. Su mujer lo abandona. Toma decisiones personales erróneas. El medio universitario, en un País Vasco donde las cicatrices provocadas por ETA no se han cerrado, se le vuelve hostil. Su mundo se tambalea, pero, para un artista, es imposible dejar de crear arte. ¿Estamos ante un monstruo? El propio personaje se responde: «En este mundo, matar por nada constituye, en el fondo, una acción pacifista». Y en otro pasaje añade: «¿Asesino en serie…? No, no admito esa denominación para mi trabajo… […] Guerras, genocidios, purgas constituyen formas seriadas de muerte […] Desde luego, yo no… Yo no asesino en serie. Yo asesino en exclusiva». La reflexión sobre la ambigüedad moral está servida.
El guionista de ‘El Arte de volar‘, tebeo que le valió el Premio Nacional del Cómic 2010, parece haber trazado su nueva obra con la astucia y minuciosidad que demuestra el protagonista en las ‘perfomances’. Las situaciones y diálogos interiores del profesor Rodríguez causan fascinación y rechazo a partes iguales. En ‘Yo, asesino’ hay arte, violencia, sexo, ambición, sordidez y hasta algo de patetismo. Por haber, hay hasta un juego de espejos provocador y atrevido: la acción se desarrolla en escenarios reales -muy reales- y el protagonista es, como se ha dicho, el vivo retrato del propio Altarriba. Un detalle que, como ha reconocido el propio autor, profesor universitario en Vitoria como su personaje, le está valiendo alguna que otra broma en su entorno.
Altarriba ha escogido a Keko para esta historia por algo. Sus negros expresionistas, salpicados dramáticamente con toques de rojo, son perfectos acompañantes para este descenso a las profundidades. El uso de fondos fotográficos, de lugares muy reconocibles, incrementa la sensación de perplejidad en el lector. ¿Realidad o ficción?
‘Yo, asesino’ es una obra maestra – y nunca mejor dicho-. Juega en la misma liga que ‘El arte de volar’ y, al igual que esta, va a pasar de inmediato a ser un clásico de la historieta española. En Francia, donde se ha publicado originalmente, ha recibido ya el Gran Premio de la Crítica. Aquí es probable que también le lleguen los reconocimientos, aunque va a estar en dura lid con ‘Las Meninas‘, otro enorme tebeo con la mirada puesta en el arte. En cualquier caso, hay un pronóstico que seguro se cumple: pasarán los años y se seguirá hablando de ‘Yo, asesino’. Ahora toca esperar ‘La madre manca‘, la nueva obra en la que trabaja Altarriba.