‘Cross Game’, de Mitsuru Adachi: dibujar el silencio

El autor de Touch lleva cerca de 50 años haciendo lo mismo, pero lo bueno nunca cansa; con Cross Game demuestra que se puede alcanzar la maestría absoluta

Apenas unas siluetas negras recortadas contra una puesta de sol -muy pocas líneas en realidad, sin apenas detalle- permiten reconocer al instante el inconfundible estilo de Mitsuru Adachi (Prefectura de Gunma, 1951). El creador de la mítica Touch (1981-1986) lleva desde 1978, cuando publicó su primera serie en solitario (Nine), haciendo más o menos lo mismo, y con muy pocos elementos: adolescentes, romance, deporte, comedia, pérdida y silencio. No pasan grandes cosas y, a la vez, pasa de todo. Como la vida misma. Así es Adachi, y así lo vemos, en todo su esplendor, en Cross Game, la serie que dibujó entre 2005 y 2010 y cuya serialización en España, en 11 tomos dobles, acaba de comenzar Distrito Manga.

“Siempre he tratado de usar la menor cantidad de texto posible para transmitir lo que quiero transmitir [… No me gusta mucho tener que explicar lo que está pasando, me parece menos natural y no me divierte”, declaró Adachi en una entrevista exclusiva a Le Figaro en 2019. Que en sus mangas haya pocas palabras no significa que no ocurran cosas, y que estas no se vivan con toda la intensidad del mundo, puesto que “me gusta dibujar la adolescencia, un período de la vida en el que todos los sentimientos se exacerban”. Adachi deja la épica para otros – “soy un autor al que le gusta dibujar la vida cotidiana”- pero tiene la valentía de mirar la tristeza de frente – “por desgracia, la muerte es omnipresente en la vida ordinaria”-.

En Cross Game esa mirada asombrada sobre la vida la pone Kô, un chaval al que se le da bien el béisbol pero que, carente de toda ambición, solo lo ejercita de vez en cuando para divertirse. Su buena mano para el deporte le viene de su relación con la familia Tsukishima, ya que el negocio de esta, un campo de práctica de bateo, y el de la suya, una tienda de equipación deportiva, son colindantes. Esa relación de vecindad es especialmente intensa con dos de las cuatro hijas de los Tsukishima: Wakaba, una niña alegre de la misma edad que Kô, con quien parece predestinado a casarse, y Aoba, un año menor que ellos, siempre desconfiada de su vecino, a quien siente como un intruso.

Kô, Wakaba y Aoba forman el triángulo que definirá el terreno de juego de una historia en la que, por supuesto, el béisbol desplegará todos sus tópicos, incluido el mítico destino hacia el Koshien, el torneo estudiantil más famoso de Japón. Los tiempos cambian, y si en Touch la chica, objetivo romántico de los protagonistas, era quien los acompañaba devotamente a los partidos, aquí nos encontramos con que Aoba no es una mera espectadora, sino una prodigiosa lanzadora cuyo talento le abrirá hueco en el equipo del instituto.

Genialidad y economía de esfuerzos

Adachi hace lo de siempre… ¡pero lo hace tan bien! Su manejo del silencio es extraordinario. En un par de cortes de su recopilación Short Program ya demostró que, si se lo propone, no necesita palabras para narrar una historia completa. Aquí no llega tan lejos, pero no son pocas las páginas en las que el único apoyo de texto, si lo hay, es el que dan las onomatopeyas. Esos silencios cobran expresividad e intensidad gracias al magistral uso de los recursos narrativos: sucesiones de rostros, con un diseño sencillo pero inmediatamente reconocible; repeticiones y contraposición de planos, escorzos, vacíos absolutos, detalles del urbanismo y objetos… 

Adachi convierte en genialidad lo que, si quisiéramos hacer de abogado del diablo, podríamos tachar también como una ingeniosa economía de esfuerzos, puesto que muchas de esas viñetas con ausencia de personajes a buen seguro quedaron en manos de sus ayudantes y contribuyeron a cumplir los siempre exigentes plazos de entrega de una serie semanal (en su caso, en la revista Weekly Shonen Sunday). Nada que reprochar, todo lo contrario: total admiración por haber sabido aunar su indiscutible sello autoral con el sistema industrial de edición de manga.

Poco importa que Cross Game nos lleve por un camino conocido, o que nos importe un carajo el béisbol. Al final, como dice Adachi, esto va de la vida cotidiana: un milagro diario del que, a pesar de las penalidades y furias que asolan el mundo, a veces no somos conscientes. Adachi, septuagenario según su partida de nacimiento, eterno adolescente de espíritu, nos viene a recordar que, con su alegrías y tristezas, tenemos la obligación de intentar disfrutar del momento mientras nos sea posible.

Cross Game, de Mitsuru Adachi

1 (de 11, serie completa)

Distrito Manga, 336 páginas / B/N, 16,95 €

Traducción de Marc Bernabé