Entre ‘Bajo la piel‘ y ‘Cuentas pendientes‘ hay algo más que 12 años de diferencia. Aunque ambos tebeos son proyectos casi consecutivos en su concepción, la materialización del segundo ha llevado un tiempo en el que el guionista Sergi Álvarez y el dibujante Sagar Forniés han hecho y aprendido mucho, una evolución que en el caso del oscense afincado en Barcelona es más que notable. Sagar ya no tiene ni que poner su apellido para firmar: tras ‘La ola perfecta‘, ‘Dimas‘ y ‘Los vagabundos de la chatarra‘, su nombre de pila basta para que los aficionados al cómic sepan que están ante un dibujante y narrador talentoso. El mundo de ‘Bajo la piel’ también ha crecido: si el primer tebeo era un homenaje al género negro, el recién publicado por Astiberri es puro ‘noir’.
‘Cuentas pendientes’ comparte universo con ‘Bajo la piel’, pero no es una segunda parte (conviene el aviso, no vaya a ser que alguien deje de comprarlo porque no se ha leído «el primero»…). Esta es una historia de perdedores en busca de una segunda oportunidad. Lefty Palmer es un pianista de jazz que necesita dinero para operarse la mano en Europa. Dee-dee es un jockey ya veterano que sueña con una gran victoria que le permita retirarse a montar su propia cuadra. A Rose le persigue su pasado como prostituta en forma de chulo con una navaja muy afilada. Una buena jugada puede hacerles ricos. Pero en una ciudad donde todo está podrido, solo puede ganar quién juega con las cartas marcadas.
El engranaje de la despiadada urbe va a empezar a girar y va a poner a estos tres fracasados en el centro de una trama demasiado espesa: marchantes de arte con turbios negocios paralelos, un alcalde en busca de la reelección, policías honestos pero no estúpidos… Y en medio de todo, un niño muy especial.
Sergi Álvarez trenza una urdimbre densa, donde cada hilo se mueve sinuoso pero termina encajando y formando un compacto todo. A diferencia de lo que ocurría en ‘Bajo la piel’, aquí apenas asoma el elemento fantástico; se agradece: los personajes se bastan, con sus miserias y aciertos, para encaminar su destino. Otro acierto es poner el foco en los perdedores entre los perdedores de la novela negra; nada de detective con gabardina, cigarrillo y copazo, quien manda son los eternos secundarios. Completa el aroma a clásico la habitual dosis de crítica social en el género, con dardos hacia la burbuja del arte -este quizás demasiado grueso, aunque bien solventado- y la corrupción política.
En el aspecto gráfico, y si se compara con ‘Bajo la piel’, el salto de Sagar es grande, y tiene una dirección clara: el cómic europeo. Maestro en lo que a escenarios se refiere (y ahí está su pasado como escenógrafo operístico para acreditarlo), sus personajes se animan con trazos cada vez más sueltos y caricaturescos. Al igual que el pianista protagonista en sus mejores tiempos, Sagar sabe tocar las teclas adecuadas (dinamismo en las viñetas, variedad de composiciones de página) para que el ritmo sea trepidante. Todo ello, como no podía ser de otra manera, en riguroso blanco y negro con grises y tramas.
‘Cuentas pendientes’ demuestra que hay esperas que valen mucho la pena. Es un tanto paradójico que un tebeo con tan larga gestación se devore en un suspiro.