Hubo un tiempo en el que, si uno quería estar al día de la cultura pop, se tenía que leer religiosamente un suplemento semanal cuyo título empezaba por ‘El…’ y acababa por ‘…de las Tentaciones’. En aquella páginas se coló un aragonés, el dibujante Calpurnio Pisón, con su personaje ‘El Bueno de Cuttlas’. Con cuatro trazos bien puestos, este tebeo narraba las aventuras de un pistolero del Oeste, y lo mismo desmontaba los tópicos del género que subvertía el lenguaje gráfico occidental. Ahora, Glénat rescata en un tomo los dos primeros libros de Cuttlas, ya agotados. Son las andanzas iniciales del vaquero, que nació por 1983 en el fanzine zaragozano ‘El Japo’, y pasó por las revistas Makoki y El Víbora, antes de recalar en el citado suplemento.
En este viaje, Calpurnio demostró que una buena narración puede prescindir de los artificios. Sí uno se enfrentaba a la propuesta por primera vez, lo normal era pensar «este tío no sabe dibujar» o «mi sobrino se da más maña con los Plastidecor». Pero, una vez metidos en viñetas, se descubrían historias tan apasionantes como el romance de Cuttlas con Mabel, sus enfrentamientos con Jak el Malvado o su amistad inquebrantable con el negro Jim.
Al principio,Cuttlas era un tebeo que parodiaba las películas del Oeste, y con esta base de humor logró atrapar al público. Pero, una vez conquistado el lector,Calpurnio no se privó de exprimir al máximo las posibilidades del minimalismo, con osadías como una página de 163 viñetas, e incluso le dio un giro filosófico a la línea argumental. Cuttlas, el vaquero sin rostro, demostró que lo importante es la esencia o, como resume el personaje cuando se convierte en mendigo: «Tengo un café y un cigarro. Un hombre no necesitamás».