Dos temas y tonos muy distintos; un enfoque sobre la realidad desde la experiencia propia. Derf Backderf (Ohio, 1959) cuenta en nuestro país con dos novelas gráficas publicadas por Astiberri: ‘Mi amigo Dahmer‘ (2014; edición original en Estados Unidos, 2012) y ‘Basura‘ (2016; 2015), ambas con traducción de Santiago García. La primera es un relato fidedigno sobre la infancia y juventud de Jeffrey Dahmer, conocido como ‘El carnicero de Milwaukee’, con el que el autor compartió años de instituto; la segunda, una disección, desde la ficción y la óptica del primer eslabón de la cadena del sistema de recogida de basuras en Estados Unidos. Ambas, cada una a su manera, son excelentes cómics para adentrarse en la sociedad estadounidense, un conjunto que creemos conocer bien a través del audiovisual pero que, como nos demuestran los hechos recientes, apenas atisbamos.
En ‘Mi amigo Dahmer‘, Backderf narra el descenso a los infiernos del adolescente que luego sería ‘El carnicero de Milwaukee’. Lo hace desde el asombro (y desde un cierto trauma) de haber descubierto que uno de los mayores asesinos en serie de la historia de los Estados Unidos fue su compañero de pupitre durante algunos años de la década de 1970. Un condiscípulo con el que comparte apenas la acepción literal de esta palabra («persona que, en relación con otra u otras en sus mismas circunstancias, estudia o ha estudiado bajo la dirección de un mismo maestro»), ya que, en realidad, no son amigos.
Dahmer forma parte de su ecosistema estudiantil y de las bromas privadas del grupito de Backderf, pero, tal como lo muestra el autor, en base a sus propios recuerdos y los de sus colegas de la época, estaba allí siempre como una nota discordante, como una pieza de puzle perdida que no encajaba. Es interesante cómo se muestra que, contra lo que se pudiera pensar, aquel tipo raro no era objeto recurrente de acoso o burlas ni tenía verdaderos antecedentes traumáticos: sus terribles obsesiones y su sesgo asesino iban en su naturaleza, y solo era cuestión de oportunidad que se materializaran.
Backderf deja claras su postura en el prefacio, al calificar a su biografiado como «un miserable pervertido» y pedir a los lectores «compadecedle, pero no simpaticéis con él». Donde pone el acento el dibujante es en denunciar a los adultos que miraron hacia otro lado ante las evidentes señales de alarma que Dahmer emitía. Backderf y sus amigos eran unos chavales por aquel entonces, no se les podía pedir que tomaran la iniciativa, pero ¿ningún profesor se dio cuenta de lo que ocurría? En este sentido, el autor muestra cómo de cerradas son algunas comunidades locales, en un país en el que se estilan los núcleos suburbanos de casas desperdigadas: sin coche no se puede ni ir a comprar el pan y los lugares de socialización son bares de carretera, pabellones deportivos o iglesias en mitad de la nada.
‘Basura‘ comparte con la antedicha novela gráfica el escenario e incluso algunos personajes, porque toma como referencia la temporada en la que el autor trabajó como basurero en su ciudad, poco después de dejar la universidad tras un primer contacto insatisfactorio con las aulas. Sin embargo, aquí Backderf usa las anécdotas que atesoró entre 1970 y 1980 como base para la ficción, y esta como vehículo para mostrar cómo funciona el sistema de recogida de basuras de Estados Unidos.
Aunque introduce algún pasaje explicativo, lo cierto es que en estas páginas prima el humor, gracias a las apestosas situaciones que viven en su día a día los trabajadores, entre los cuales, como no se exige ningún tipo de requisito para desempeñar su tarea, florecen los comportamientos extravagantes. No menos curiosos son los vecinos que dejan sus deshechos a pie de buzón: resulta impagable la anécdota del candidato ‘apolítico’ que pide el voto a los basureros sin molestarse si quiera en ocultar la bandera nazi que ondea en su salón: «Soy… soy coleccionista…».
En fin, como bien saben los arqueólogos, no hay nada como un buen vertedero para conocer cómo era una sociedad del pasado. En nuestro caso, nadie puede negar que hemos alcanzado la excelencia en la producción de mierda.
Backderf no se ha prodigado mucho en la novela gráfica. Licenciado en periodismo, ha desarrollado durante años una carrera como editorialista gráfico y como autor de tiras para un diario de Cleveland. También en su vida privada respira el oficio de la prensa: su esposa es Sheryl Harris, periodista y columnista ganadora del premio Pulitzer. Este bagaje se deja notar en sus cómics, pues hay en ellos un importante trabajo de documentación en pos de la veracidad y, sobre todo, de la honestidad para con los lectores.
Encima, tanto ‘Mi amigo Dahmer’ como ‘Basura’ son cómics entretenidísimos, muy bien narrados y con un dibujo, al estilo ‘indie’ de un Peter Bagge, por citar un referente, que se adapta a la perfección a lo que cuenta. Poco más se puede pedir.