Hulka. La abogada verde soltera del Universo Marvel. El personaje al que John Byrne elevó al estrellato y con el que Dan Slott, mientras le dejaron, desarrolló una magnífica colección de humor y acción pegada a las esencias marvelitas. La buena de Jennifer Walters llevaba la friolera de siete años sin colección propia, y parecía que la ‘nueva ola Marvel’ era el clima propicio para el resurgir de la leguleya esmeralda. Los elegidos, Charles Soule, alabado por su trabajo en DC con ‘La Cosa del Pantano’, y el español Javier Pulido, dibujante de ya larga trayectoria en el cómic estadounidense y con trabajos más que notables, como el reciente ‘Ojo de Halcón’ donde se ha alternado con David Aja. Y aquí está de nuevo Hulka, con el primer tomo de su nueva (y ya cancelada en Estados Unidos) colección: ‘Hulka. Ley y Desorden‘ (Panini).
Hulka/Jennifer Walters inicia una nueva etapa profesional. Se acaba de despedir del bufete de abogados para el que trabajaba, y en su primer caso por libre -nada menos que contra Tony Stark– se ha agenciado con la suma de dinero necesaria para establecerse en su propio despacho. Sobre su mesa, un misterioso ‘expediente azul’ heredado del anterior trabajo. Como ayudantes, Gata Infernal, en labores de investigadora, y la misteriosa secretaria Angie Huang y su mascota, el mono Hei Hei. Ya se sabe, con un mono todo cómic es mejor. En los intensos seis primeros números que recopila ‘Ley y Desorden’, Hulka tendrá ocasión de visitar a Daredevil en San Francisco y defender ante los tribunales (y ante su progenitor) al hijo de Victor Von Muerte. En las páginas de esta ‘Hulka’ no hay tiempo para aburrirse, pasan muchas cosas a un ritmo trepidante.
‘Hulka’ es un tebeo fresco, en la línea de lo que aquí llamamos ‘nueva ola Marvel’ (que cada cuál elija el término que prefiera para series como ‘Ojo de Halcón’, ‘FF’ o ‘Daredevil’). Pero, sin ser un gran lector de Marvel, voy a aventurarme a decir que esta ‘Hulka’ peca de lo mismo que muchas de estas colecciones. La gracia está en el cómo, no en el qué se cuenta. Pasada casi una década, la etapa de Dan Slott sigue siendo más atrevida y desinhibida que la de Soule. ¿Dónde está esa Hulka divertida y un tanto desastre con patas? Aquí no hay ni una mínima salida de tono, a lo sumo vemos a Jennifer Walters beberse cuatro tragos, que ni siquiera le hacen efecto, o llegando tarde al trabajo. Los diálogos son dinámicos, pero no chispeantes. Si no tienes un poco de osadía en una serie fuera de continuidad y destinada a un público relativamente minoritario, es que o careces de atrevimiento o la línea que te marcan los editores no te deja ir más allá.
Ojo. Quizás se puede pensar que Soule quiere hacer una nueva Hulka, mucho más formal en sus costumbres y actitudes, pero creo que la corriente general desmiente esta idea. Es más, ni siquiera con la incorporación de la secretaria Huang y su mono logra dar un rotundo golpe de efecto. El nuevo personaje podría ser una mina, y es explorado muy superficialmente. Es algo que va más allá de la comparación con la anterior etapa o de las expectativas que genera el personaje: Soule decepciona por sí mismo, no por contraste con méritos ajenos. Y a pesar de todo ello, ‘Hulka’ sigue siendo un tebeo entretenido y divertido, pero con un pobre trasfondo argumental. (Por cierto, Hulka parecía el encargo ideal para Charles Soule, ya que en su vida ‘civil’, al igual que Jennifer Walters, este guionista es abogado).
‘Hulka’ no se acaba en el guión de Soule. Tiene como principal ejecutor al canario Javier Pulido, acompañado del excelente color de la catalana Mutsa Vicente. Pulido dibuja un tebeo limpio y colorido, en el que introduce recursos narrativos innovadores y dinámicos. Destaca en el uso del movimiento dentro de una misma viñeta, ya sea esta a gran tamaño en una página doble o una más discreta pero con la que resuelve a la perfección la acción. En cuanto al diseño de la protagonista, respetando obviamente su tamaño y color, le quita los aires de superamazona y la hace más humana. Sabe llevarla con naturalidad de su aspecto de abogada en plena encrucijada laboral y personal al de heroína desatada machaca malos. Un gran pero al trabajo de Pulido: algunas de sus páginas dobles, a las que recurre mucho. Puede ser atribuible a la edición en tomo, que no permite abrir tanto un tebeo como el comic-book para el que fueron concebidas, o a la miopía del lector, pero el caso es que hay varias planchas en la que es fácil despistarse con el orden de lectura de las viñetas, algo que saca bastante del cómic.
Aunque Pulido es el ‘titular’, no hay que olvidar el trabajo de Ron Wimberly y Rico Renzi en los dos capítulos que cierran el tomo. Wimberly gasta también un trazo muy personal, aunque el aspecto de su Hulka es mucho más convencional. Su elección de planos y perspectivas encajan con la opción de darle mayor protagonismo a las escenas de acción. El color de Rico Renzi le va muy bien, a pesar de su variación de tonos sin aparente motivación. En cualquier caso, marcan una completa ruptura con el trabajo de Pulido, tanto que casi parece estar leyendo otra serie. Su elección no parece la más adecuada para dar continuidad a la línea del español.
Marvel ha decidido cerrar ‘Hulka’ en el número 12 de su edición americana, por lo que solo nos quedará por ver por aquí un tomo más de las andanzas de la abogada verde soltera. La buena noticia es que esta despedida será ordenada, esto es, la trama quedará resuelta. Veremos si en los seis números que faltan Soule arriesga más o el atrevimiento queda de nuevo recluido exclusivamente en el apartado gráfico, y si esta etapa de Hulka adquiere mayores cotas o se queda en un digno y entretenido tebeo, pero nada más.