Derf Backderf realiza en Ken State una minuciosa reconstrucción del tiroteo que mató a cuatro estudiantes en 1970 durante las protestas por la guerra del Vietnam, unos hechos que tienen eco en nuestros días
“Los estudiantes que en 1968 protestaron contra la guerra de Vietnam tenían razón. Seguro que sus críticas dolieron a muchas familias con soldados en el frente. En ocasiones, fueron crueles, como lo son muchas de las proclamas que oímos a favor de Gaza y en contra de la intervención militar de Israel. Pero aquellos estudiantes tenían razón”. Xavier Mas de Xarxàs, periodista de La Vanguardia, para la cual ha cubierto como corresponsal numerosos conflictos, relacionaba recientemente en este artículo la lucha estudiantil de los años 60 y 70 de Estados Unidos con la actual movilización universitaria contra la guerra en Gaza. Los ecos de aquellos días reverberan en la actualidad, y por eso parece tan apropiado rescatar del catálogo de Astiberri la novela gráfica Kent State, de Derf Backderf (Richfield, Ohio, 1959).
Este autor, periodista de formación, ya nos había mostrado su minuciosidad en trabajos como Mi amigo Dahmer (sobre la infancia de “El carnicero de Milwaukee”) o Basura (sobre el sistema de recogida de residuos de EE.UU.), donde su experiencia personal se combina con una exhaustiva documentación. En esta ocasión, Backderf no relata su experiencia en primera persona, pero conoce bien los sucesos de Ken State, ya que ocurrieron siendo él niño y muy cerca de su hogar.
El 4 de mayo de 1970, en la Universidad Estatal de Kent, la Guardia Nacional abrió fuego indiscriminado contra una concentración de estudiantes, dejando cuatro muertos y nueve heridos. En realidad, cuando ocurrió, los universitarios ya no estaban protestando contra la guerra de Vietnam: tras cuatro días de ocupación militar del campus, con toque de queda, en los que muchos chicos y chicas, que no tenían que ver con las manifestaciones, se vieron afectados en su cotidianeidad e incluso fueron agredidos, el enfado se redirigió al propio despliegue de uniformados. Esta respuesta gubernamental, tal como narra Backderf, fue del todo desproporcionada, pues los elementos más conflictivos de las organizaciones estudiantiles habían salido por patas de la ciudad tiempo atrás, acosados por la CIA y el FBI.
Víctimas y contexto
Backderf centra la narración en contar los últimos días de las cuatro víctimas mortales (Allison, Jeff, Sandy y Bill), pero, con criterio documental, amplía el foco para mostrar el contexto en el que ocurrió el tiroteo. Así, nos mete en las botas de los miembros de la Guardia Nacional, en su mayoría hombres jóvenes no mucho mayores que los estudiantes, que fueron enviados al campus con sueño acumulado y pocos medios, lo que les hizo caer en un estado casi paranoico. Del mismo modo, recoge el testimonio del vecindario de la ciudad, que pensaba poco menos, debido a los medios de comunicación y a los estrambóticos rumores que corrieron esos días, que estaban al borde de una revuelta terrorista. Por último, muestra las motivaciones que tenían los responsables políticos del momento (del rector de la universidad al mismísimo presidente Nixon, pasando por el gobernador de Ohio), con los que, ciertamente, es difícil empatizar y compartir razones.
La fidelidad a los hechos es tal (y queda suficientemente probada en el extenso apartado de notas), que cuando Backderf no tiene elementos suficientes para reconstruir con precisión los sucesos, opta por ingeniosos recursos, desde la elipsis al fuera de plano, para avanzar en la narración sin caer en la fabulación. Este apego a la literalidad hace que el cómic sea prolijo en explicaciones y aclaraciones; un “mucho texto” que es del todo necesario, pues precisamente el gran valor de Ken State está en la verdad incontestable que atesoran sus páginas. Esta honestidad le valió a Backderf el premio Eisner de 2021 a mejor libro basado en hechos reales.
En la tumba de Allison Krause, una de las víctimas inocentes de aquella masacre, figuran grabadas las que serían unas de sus últimas palabras, fruto de su conversación con un soldado que lucía unas flores en la boca de su fusil: “Las flores son mejores que las balas”. Aquella joven de 19 años, de la que quedan imágenes donde aparece sonriendo a un futuro que para ella nunca llegó, nos recuerda que hoy, como ayer, los estudiantes tienen razón.
Kent State, de Derf Backderf
Astiberri. Rústica, b/n. 288 págs., 26€
Traducción de Santiago García