Ven pasar el tiempo y los niños desde 1929. Son las Pajaritas de Huesca, el monumento que Ramón Acín ideó para que sirviera como estandarte de un espacio para solaz de los más pequeños. «Todo para los niños; la higiene, la cultura, la alegría y la salud. Los niños son la única esperanza de un mañana mejor», había escrito Acín. El artista y maestro fue fusilado el 6 de agosto de 1936, tras pasar un par de semanas escondido en el hueco de un armario en su casa. Ochenta años después de su asesinato, Juan Pérez y Daniel Viñuales firman ‘La bondad y la ira‘ (GP Ediciones), un cómic que recrea las últimas horas de Acín y que, más que ser una biografía al uso, es un sentido homenaje a una buena persona.
‘La bondad y la ira’ imagina cuáles fueron los últimos pensamientos de Ramón Acín. Lejos de destilar rencor u odio, el Acín que nos muestra Juan Pérez (que ha realizado para esta obra una gran labor de documentación) aprovecha esos momentos para repasar su vida y amistades. Una de las anécdotas aquí reflejadas da buena idea de cómo era Acín: Cuando en Huesca tocó la lotería de Navidad en 1932, muchos de los agraciados destinaron el premio a construir chalés en la calle del Parque; el maestro, en cambio, invirtió el dinero en financiar ‘Tierra sin pan’, el documental de Luis Buñuel sobre Las Hurdes. Episodios como este, que se suceden a lo largo de las 74 páginas del tebeo, construyen una imagen del personaje más basada en su forma de ser que en sus logros como pedagogo, artista o escritor.
Hay también espacio para la intensa labor revolucionaria del maestro. Libertario, luchó por sus ideas anarquistas desde la educación y la cultura, en contraposición con aquellos que defendían la acción violenta. Uno de los episodios más destacados de ‘La bondad y la ira’ está destinado a contar cuál fue el papel de Acín en la Sublevación de Jaca, cuyo fracaso le obligó a huir al exilio. Aplicó su forma de entender el mundo a todos los ámbitos, también a su vida familiar, donde contó con la complicidad de Conchita, su mujer.
Juan Pérez, que firma su primer guión para cómic, construye con ‘La bondad y la ira’ un conmovedor relato, en el que con habilidad usa los hechos biográficos e históricos para trazar un retrato emocional de Ramón Acín. En algunos pasajes quizás hay un abuso de descripciones, pero la vida de Acín es tan interesante que hasta esos apuntes se hacen llevaderos. Daniel Viñuales se mantiene fiel al dibujo a lápiz (como ya se vio en ‘Saputo‘), pero cambia aquí su registro monigotero para ponerse «serio» y realizar su mejor trabajo como dibujante hasta la fecha. El respeto por el personaje no le impide arriesgar en planos y composiciones, lo cual logra dar dinamismo a un tebeo en el que predominan las ideas sobre la acción.
La vida de Acín da para mil ficciones. ‘La bondad y la ira’ cubre con nota el hueco y abre el camino para explorar otros episodios y personajes apenas esbozados en sus páginas. ¿Por qué no un tebeo sobre la Sublevación de Jaca? ¿Por qué no una biografía de otros grandes intelectuales de la época? Juan Pérez ya se puede poner a ello, porque lo suyo con el cómic no parece flor de un día…