Ha pasado un tiempo prudencial desde el estreno de la película de ‘Watchmen‘, y creo que ya es tiempo de hacer una breve valoración. Si queda alguien que no ha visto la película o leído el cómic, mejor que no siga leyendo, porque pueden encontrase con ‘spoilers’.
‘Watchmen’ no es una mala película, vaya eso por delante. Si alguien la ve con ojos virginales, sin haber leído la obra cumbre de Alan Moore, sin prejuicios, puede considerarla una película notable. El fan del cómic puede encontrar incluso momentos en los que regodearse, con escenas que copian fotograma a fotograma. Aunque estos calcos funcionan bastante bien en la cinta de Zack Snyder, uno no puede evitar cuestionarse si la adaptación casi literal es la mejor forma de trasladar las viñetas al celuloide.
Hay ciertos cambios respecto al argumento que Moore ideó y que Gibbons dibujó en 1986, Algunos funcionan más o menos bien, como omitir ciertos pasajes que harían más densa la narración, e incluso permitirse la licencia de alterar el final. Hay cambios ridículos, como que Espectro de Seda deje de fumar y que solo los malvados inspiren el humo del tabaco.
Pero lo que realmente traiciona el espíritu del cómic, desde mi perspectiva, es la tergiversación del principal mensaje que se traslada Moore. En el papel, ‘Watchmen’ es la historia de un grupo de tipos normales -salvo el Dr. Manhattan- que un día decidieron ponerse una máscara para jugar a luchar contra el mal, pero que, pasado el tiempo, se retiran, quedando desubicados y fuera de lugar. Así, gente normal bajo una máscara, con sus alegrías y (sobre todo) sus miserias.
En la cinta, Snyder prefiere darles una pátina de superhombres a los personajes, metiéndoles en escenas de acción – supongo que en pos del espectáculo-, restándoles así parte de su humanidad. Así, traiciona el espíritu de cómic, que, al margen de sus innovaciones narrativas, no deja de ser una historia de tipos derrotados, no de superhéroes de acción.
Así, ‘Watchmen’ es una cinta más que decente -¡sobre todo con lo que nos espera con ‘Dragon Ball Evolution’!-. Pero, para el lector del original, no deja de ser una traslación estética que pierde su moraleja, precisamente, en la estética.