‘Los niños del mar‘ es un manga bello y desconcertante. ECC Ediciones acaba de completar los cinco tomos que componen esta obra de Daisuke Igarashi, un dibujante portentoso del que en España solo habíamos visto con anterioridad ‘Hechiceras‘ (Planeta). Tremendamente intenso, rozando lo pretencioso, con un entramado argumental en apariencia frágil, este no es un manga de fácil digestión. Y con todo… Hay tanta maravilla en sus páginas, tanta fuerza, que, con todos sus errores, sigue siendo una lectura fascinante.
‘Los niños del mar’ cuenta la historia de Ruka, una niña de unos diez años cuya vida discurre con languidez en un pueblo costero. Su padre trabaja en el acuario local, y es a través de este nexo como va a conocer a Umi y Sora, dos niños que, según cuentan, fueron criados por dugones en las aguas del océano Índico. Esa parece ser la razón por la que estos chavales, ahora objeto de investigación, tienen habilidades más propias de seres marinos que terrestres. Pero hay algo más: se están produciendo extraños sucesos en todos los mares del mundo, y los enigmáticos críos parecen ser la clave para desentrañar un misterio que supera todo entendimiento…
¿Por dónde nos lleva la historia tras este inicio? Ni tras volver la última página del último tomo queda claro el viaje que ha propuesto Daisuke Igarashi. En realidad, da un poco igual. Porque ‘Los niños del mar’ es un manga de sensaciones. Es imposible no maravillarse ante el arte del autor para reflejar la fauna marina, el movimiento de las olas, la inmensidad de una noche estrellada, lo aterrador de la mirada de un niño o el encantador dinamismo de una muchacha en bicicleta.
Un dibujo y una narración rebosantes de fuerza, como si quisiera transmitir la grandeza de la naturaleza, como si quisiera hacer sentir al lector la pequeñez del ser humano ante la inmensidad del cosmos… No solo quiere, sino que puede, porque Igarashi lo acaba logrando. Sin embargo, este impacto queda atenuado por la intencionada niebla que cubre la trama, casi una invitación a dejar la lectura a medias y pasar a algo más ligero y ameno.
Pero que nadie se lleve a equívoco. Daisuke Igarashi sabe a lo que juega, arriesga haciéndose cargo de las posibles consecuencias. ‘Los niños del mar’ es una oda a la inmensidad de la naturaleza, y qué mejor que dotarla de una incomprensión, una magia, que la sitúe más allá de la inteligencia humana. Se puede anotar el tanto.